A Manzone arribó en 1954,
cuando el barrio era poco más que un paraje desolado. Sin embargo, pronto se
convirtió en un lugar de
peregrinación al que llegaban mil personas por día, algo nunca visto en
estas tierras ni antes ni después. Allí, Gordon fundó Arco Iris SRL, obra
benéfica “para ayudar a los demás y para que los demás se
ayuden entre sí”. Además, tenía varias actividades paralelas y muy
rentables, especialmente en el ámbito ganadero, lo que le permitió amasar
una fortuna.
Inteligente, el
Hermano Tibor siempre se cuidó de quedar implicado en cuestiones de
ejercicio ilegal de la medicina, afirmando que lo suyo era simplemente un
apoyo moral. “Yo no receto cosas, no ando con sapos ni brebajes raros.
Cuando una
persona anda mal físicamente, la mando al médico. Y si está mal
espiritualmente, hago que vaya a la iglesia”, aseguraba. Entre sus
seguidores se encontraban Miguel Brindisi, Ramón “Palito” Ortega y hasta
Carlos Monzón.
Gordon atendía a sus dolientes ataviado con un poncho que tenía los colores
del
Arco Iris, y en el lugar las mujeres agitaban espigas de trigo, símbolo
de la entidad. En el lugar funcionaba un comedor
comunitario, una proveeduría, se vendían lotes y hasta se habían
constituido cuatro consorcios para edificar casas. Por supuesto, no faltaba
la venta de fotos y recuerdos del Hermano Tibor.
La
muerte lo sorprendió atendiendo, en 1986, debido a un ataque de
hipertensión arterial. A partir de ese momento, el lugar tomó dimensiones de
leyenda y los fieles fueron trasladándose al cementerio de
Pilar.
Allí, su bóveda está intacta, como si el sanador hubiese fallecido la semana
pasada… y hace casi 25 años. En cuanto a la perfecta conservación del lugar,
quienes trabajan en el cementerio desde hace varios años afirman que una
mujer llega al campo
santo todos los viernes, sin falta, para ocuparse del mantenimiento del
sepulcro. Según se cuenta en Lorenzo López y Zeballos, la dama llega
alrededor de las 12 y comienza sus tareas de limpieza; inclusive cuenta con
la llave de la puerta e
ingresa al lugar en el que reposa el féretro de Gordon, para ocuparse
del mantenimiento en el interior del recinto. Además, se dice que deja pasar
a los fieles que justo están allí en ese momento.
No es de Pilar sino que vendría desde Capital, y aparece en el
cementerio absolutamente todos los viernes, más allá de las condiciones
climáticas. En lugar de desvanecerlo, su muerte no hizo más que fortalecer
el mito. Fuente
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