Su vida
José Mario Pantaleo era
hijo del empresario Enrico Pantaleo y de Ida Melani. La mayor parte de
la fortuna de la familia se perdió durante la Primera Guerra Mundial.
Los Pantaleo venden su casa a la
Orden de Clarisas de Clausura y en febrero de 1927 Mario y su familia
emigran a la Argentina y se establecen en la ciudad de Alta Gracia,
provincia de Córdoba en donde el hermano de Enrico tenía negocios. El
pequeño Mario es internado como pupilo en un instituto salesiano y cuando
Enrico no logra tener éxito en sus emprendimientos comerciales retorna a
Italia en 1931 con toda su familia excepto el pequeño Mario que fue dejado a
cargo de los salesianos. Desde entonces no volvería a ver a sus padres ni a
sus hermanos Andrés, Inés y Salvador.
Los hermanos salesianos al no recibir noticias de su
familia se contactan con el consulado italiano, siendo su tía Rubina
quien se hace cargo de él. Mario retorna a Italia por barco viajando solo.
Ni bien llega su tía lo interna en un seminario en Arezzo y más tarde fue
trasladado al seminario de Viterbo y Salerno.
En esa época conoce al padre Pío de
Pietrelcina el cual se convierte en su confesor y entre ellos nace una
relación fraternal.
El 3 de diciembre de 1944 Pantaleo finaliza sus estudios en el seminario de
Matera y el 8 del mismo mes da su primera misa también en Matera.
En 1946 sin destino fijo y teniendo en cuenta el pedido que el obispo
Antonio Caggiano hiciera al papa por sacerdotes para Argentina, Pantaleo
visita al padre Pío en busca de consejo.
Padre Pío lo alentó diciéndole: "Ve, hijo mío, estás en tu camino... Tú
también has sido elegido para una singular misión... Adiós, hijo, adiós".
Pantaleo regresa a Argentina el 4 de marzo de 1948 en donde pasó el resto de
su vida.
Su primer destino fue la iglesia de San Pedro en
Casilda, fue designado capellán del Hospital Provincial de Rosario y luego
fue trasladado a Rufino.
Fue como capellán del hospital de Rosario que el padre Mario conoce a tres
personas que serán muy importantes en su vida: Juan Lo Celso, director del
hospital, el joven médico Escalante de Larrechea y Perla Garaveli, a la que
curaría y que se convertiría en su principal ayudante y que hoy está a cargo
de la obra del padre Mario.
Milagros y
Vida en González Catán
Cuando llegué por primera
vez a
González Catán, solo encontré un barrio opaco y gris, estragado por la
pobreza y la marginalidad, un lugar desértico. En mi interior, una voz muda
me decía que tenía una importante misión que cumplir.
En 1958 Padre Mario decide viajar a Buenos Aires para estudiar filosofía,
una vieja pasión de toda la vida. Él escribió al obispo Caggiano pidiéndole
ser transferido y luego que su transferencia fue aceptada fue puesto a cargo
del Hospital Ferroviario. Fue en éste momento en el que Pantaleo comenzó a
ser conocido como
cura sanador, atendiendo a un número creciente de personas en su pequeño
departamento de Floresta.
De tanto andar, en el padre Mario comienza a surgir la idea de adquirir un
terreno en González Catán y afincarse allí, pero antes quería ser autorizado
a dar
misa en el lugar. La fama de cura sanador que se había ganado hizo que
las autoridades eclesiásticas fuesen renuentes a darle una capilla en el
lugar.
Durante nueve años, además de su trabajo en el Hospital Ferroviario y como
sacerdote asistente de la Iglesia Nuestra Señora
del Pilar, Mario Pantaleo dormía en un baño del subsuelo del Hospital
Santojanni, donde había logrado ser asistente del capellán.
Ricos y pobres siguieron visitando al padre Mario para buscar
sanación. Personajes como el historiador Félix Luna, el escritor Ernesto
Sabato, la empresaria Amalia Fortabat, ex-presidentes como Carlos Menem y
Arturo Frondizi, y el dictador Jorge Rafael Videla, entre muchos otros
personajes famosos.
El padre Mario atribuia las milagrosas curas a Dios y el se definía sólo
como la "guitarra" siendo
Dios el "guitarrero".
En 1972 coloca la piedra fundamental de la Iglesia Cristo Caminante que se
inaugura tres años más tarde, luego viene la construcción de la Guardería,
el Jardín de Infantes, la Escuela Primaria y Secundaria, la Escuela para
Discapacitados, el Polideportivo, el Centro de Atención a Mayores, la
Panadería, el Centro de Capacitación Laboral, entre otros.
Su último milagro en vida fue hecho en el Hospital Ferroviario en donde pasó
los últimos días de su vida. Acostado en su cama el padre Mario bendijo
varias veces a su compañera de cuarto la jovencita estadounidense
Amanda Salas de 16 años de edad, que estaba cuadripléjica y con
respirador artificial. Un par de años después, en San Diego (California),
Amanda pudo levantarse de su silla de ruedas.
El 19 de agosto de 1992, a pocos días de haber celebrado sus 77 años, muere
en la Ciudad de Buenos Aires. Los días que dura su
velatorio en su querido González Catán más de quince mil personas pasan
doloridas frente a la capilla ardiente.
Los
milagros del padre Pantaleo siguieron después de muerto. El caso más
espectacular es del Sr. Mario Sancho que luego de un ACV quedó hemiplégico.
El 19 de agosto de 2002 —al cumplirse los diez años del fallecimiento del
padre Pantaleo— el Sr. Sancho salió de su hogar con la intención de
suicidarse. Cuando se encontraba en la calle, un hombre regordete y bajito,
al que luego reconocería como
Pantaleo, sale a su encuentro y le toca el rostro y en ese mismo
instante el Sr. Sancho comienza a caminar con toda normalidad.2
Su vida en el cine
En el año 2006 la vida del
Padre Mario fue llevada al cine al estrenarse la película Las manos,
dirigida por Alejandro Doria, con Jorge Marrale como el Padre Mario y
Graciela Borges como Perla, su asistente y mano derecha.
Bibliografía
complementaria
Aracelis Gallardo. El Caminante.
Jorge Zicolillo. Sanar por la Fe.
Amalia Radaelli de Dieguez. Ecos de su Dimensión.
Aracelis Gallardo. Cristo Caminante, Padre Peregrino. Los viajes del Padre
Mario Pantaleo.
Marta Noce. Padre Mario, el cura sanador.
Jorge Zicolillo. Padre Mario. El Cura de las Manos Milagrosas. Fuente
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