Lázaro era el
jefe de un hogar donde Jesús se sentía verdaderamente amado. A casa de
Lázaro llegaba el Redentor como a la propia casa, y esto era muy importante
para Cristo, porque él no tenía casa propia. El no tenía ni siquiera una
piedra para recostar la cabeza (Lc. 9, 58). En casa de Lázaro había tres
personas que amaban a Nuestro Salvador como un padre amabilísimo, como el
mejor
amigo del mundo. La casa de Betania es amable para todos los cristianos
del universo porque nos recuerda el sitio donde Jesús encontraba descanso y
cariño, después de las tensiones y oposiciones de su agitado apostolado.
En la tumba de un gran benefactor escribieron esta frase: "Para los pies
fatigados tuvo siempre listo un descanso en su hogar". Esto se puede decir
de
San Lázaro y de sus dos hermanas, Martha y María.
La resurrección de Lázaro es una de las historias más interesantes que se
han escrito. Es un famoso milagro que llena de admiración.
Un día se enferma Lázaro y sus dos hermanas envían con urgencia un mensajero
a un sitio lejano donde se encuentra Jesús. Solamente le lleva este mensaje:
"Aquél a quien Tú amas, está enfermo". Bellísimo modo de decir con pocas
palabras muchas cosas. Si lo amas, estamos seguros de que vendrás, y si
vienes, se librará de la muerte.
Y sucedió que Jesús no llegó y el enfermo seguía agravándose cada día más y
más. Las dos hermanas se asoman a la orilla del camino y... Jesús no
aparece. Sigue la
enfermedad más grave cada día y los médicos dicen que la muerte ya va a
llegar. Mandan a los amigos a que se asomen a las colinas cercanas y atisben
a lo lejos, pero Jesús no se ve venir. Y al fin el pobre Lázaro se muere.
Pasan dos y tres días y el amigo Jesús no llega. De Jerusalén vienen muchos
amigos al entierro porque
Lázaro y sus hermanas gozan de gran estimación entre la gente, pero en
el entierro falta el mejor de los amigos: Jesús. Él que es uno de esos
amigos que siempre están presentes cuando los demás necesitan de su ayuda,
¿por qué no habrá llegado en esta ocasión?
Al fin al cuarto día llega Jesús. Pero ya es demasiado tarde. Las dos
hermanas salen a encontrarlo llorando: -"Oh, ¡si hubieras estado aquí! ¡Si
hubieras oído cómo te llamaba Lázaro! Sólo una palabra tenía en sus labios:
‘Jesús’. No tenía otra palabra en su boca. Te llamaba en su agonía. ¡Deseaba
tanto verte! Oh Señor: sí hubieras estado aquí no se habría muerto nuestro
hermano".
Jesús responde: - "Yo soy la resurrección y la
Vida. Los que creen en Mí, no morirán para siempre". Y al verlas llorar
se estremeció y se conmovió. Verdaderamente de Él se puede repetir lo que
decía el poeta: "en cada pena que sufra el corazón, el Varón de Dolores lo
sigue acompañando".
Y Jesús se echó a llorar. Porque nuestro Redentor es perfectamente humano, y
ante la muerte de un ser querido, hasta el más fuerte de los hombres tiene
que echarse a llorar. Dichoso tú Lázaro, que fuiste tan amado de Jesús que
con tu muerte lo hiciste llorar.
Los judíos que estaban allí en gran número, pronunciaron una exclamación que
se ha divulgado por todos los países para causar admiración y emoción:
"¡Miren cuánto lo amaba!".
¡Lázaro: yo te mando: sal fuera! Es una de las más poderosas frases salidas
de los labios de Jesús. Un muerto con cuatro días de enterrado, maloliente y
en descomposición, que recobra la vida y sale totalmente sano del sepulcro,
por una sola frase del Salvador. ¡Que
milagrazo de primera clase! Con razón se alarmaron los fariseos y Sumos
sacerdotes diciendo: "Si este hombre sigue haciendo milagros como éste, todo
el pueblo se irá coedios, con sólo su palabra resucita a un muerto de 4 días
de enterrado.
¡Que se reúnan todos los médicos de la tierra a ver si son capaces de
resucitar a un piojo muerto!
Lázaro bendito, digno de que sintamos hacia ti una envidia, que tuviste el
honor de recibir del poder inmenso de Jesús un milagro tan sorprendente:
dile al
Divino Redentor que en nuestras casas también hay algunos Lázaros
muertos: son nuestras situaciones imposibles de ser arregladas por nuestras
solas fuerzas. Para unos es un vicio que no logran alejar. Para otros una
tristeza y un mal genio que acompañan día por día amargando la vida. Para
algunos su Lázaro muerto es su cuerpo que sufre una dolencia que no se
quiere curar, o una debilidad que quita fuerzas... Sabemos que
Cristo, que obró el milagro de Betania, tiene los mismos poderes y el
mismo amor de ese tiempo. Pídele tú a Jesús que por lo menos si no nos da la
salud, nos conceda una gran paciencia para sufrir con paciencia y así
convertir nuestros sufrimientos en escalera preciosa para subirnos a un
grado muy alto en el cielo.
Quien crea en Mí aunque haya muerto vivirá (Jesucristo). Fuente
ORACIÓN A SAN
LÁZARO
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