Historia
Lázaro Blanco, apodado "Chalo", fue un chasqui (correo a caballo), que
vivió hacia fines del siglo XIX en la ciudad entrerriana de San José de
Feliciano.
Hacia 1886, Lázaro Blanco tiene 22 años y
convive con Isabel López, con la cual tuvo cuatro hijos a los cuales no
pudo darles el apellido ya que para esa época Feliciano no tenía una
Parroquia (que oficiaba de Registro Civil) por lo reducido de su población.
Lázaro se dedica a las tareas rurales, y es buen conocedor de la selva de
montiel, que caracteriza este paraje. En base a encargos anteriores, basados
en su destreza a caballo y su rapidez, se gana la
confianza para desempeñar tareas de chasqui de relativa importancia.
El 7 de septiembre de 1886, el jefe de la policía de
Feliciano, de apellido Hereñú, le encomienda a Lázaro una tarea
importante: ir hasta la ciudad de La Paz (cabecera del distrito), distante
unos 90 km de Feliciano, y traer el dinero para los sueldos de los policías
a su cargo.
Adicionalmente a los problemas habituales de los caminos, el tiempo amenaza
tormenta y nadie se anima a salir, sólo Lázaro reúne el coraje suficiente
para emprender la tarea. Descarta usar su tordillo como flete y elije un
caballo de pelaje gateado, en la creencia que el pelaje blanco atrae a los
rayos, al igual que la tintura roja para el cabello.
Tras un breve desayuno en la casa del Alcalde, parte a
La Paz a cumplir el encargo. El temporal se descarga tras recorrer los
primeros 15 kilómetros. Se detiene y se resguarda del aguacero bajo un gran
algarrobo que se encuentra sobre el camino. En ese momento, un rayo de gran
potencia cae sobre el árbol,
fulminando a Lázaro y al caballo instantáneamente.
Fue encontrado tres días después por el comisario Demetrio Verón, el cual
dispone trasladar los restos a Feliciano, y fue sepultado en el viejo
cementerio del pueblo.
Nace la leyenda
Años después de este hecho, y ya casi olvidado Lázaro Blanco, una gran
sequía asola la región norte de Entre Rios. Un productor
rural de la zona, llamado Ciríaco Benítez, ve con preocupación como
pierde toda su cosecha y su hacienda por la seca.
Durante una siesta bajo un gran árbol, Benítez tiene un sueño: sueña que un
joven a quien él no conoce se le presenta, le dice que
confíe en él y su cosecha será salvada; y le indica un lugar donde debe
visitarlo.
Benítez va al lugar indicado en su sueño, y descubre allí una cruz de madera
recordando la muerte de Lázaro Blanco en ese lugar. Al día siguiente, cae
una fuerte lluvia que salva la cosecha y los animales. La noticia corre
rápidamente por el
pueblo, y se multiplican los pedidos de ayuda que, según los
peticionantes, son atendidos prestamente.
A los pocos meses, trasladan los restos del Lázaro Blanco al nuevo
cementerio, y al abrir la tumba descubren que el esqueleto de
Lázaro estaba perfectamente conservado, si bien el entierro se realizó
sin féretro. Esto alimenta la fama del Lázaro Blanco, que trasciende las
fronteras del pueblo y se desperdiga por todo el norte de Entre Rios y Sur
de Corrientes. Queda así instaurada la devoción al "Lázaro Blanco,
santo milagrero" como predican los lugareños.
Hacia comienzos del siglo XX, se construye un pequeño templete en el lugar
donde estaba la cruz de madera, sobre el viejo camino de tierra a La Paz.
Allí la gente deja placas de agradecimiento por los favores recibidos, y se
amontona una colección de objetos y ofrendas, desde vestidos de novia a
zapatos y camisetas de fútbol, velas, flores, cuchillos y sombreros.
Consideraciones para la
iglesia católica
Al igual que con el Gauchito Gil o San La Muerte,
el Lázaro Blanco no tiene un reconocimiento oficial de la iglesia católica y
sus milagros no han sido reconocidos por ésta. Sin embargo, la cantidad de
devotos aumenta anualmente, y testimonio de esto es la gran cantidad de
ofrendas que se ven tanto en su tumba como en el
templete. Es frecuente la celebración de misas el 7 de septiembre, para
conmemorar el aniversario del fallecimiento del Lázaro Blanco, en el
templete al costado de la ruta, con gran afluencia de personas; lo que
demuestra una convergencia del culto cristiano con las figuras populares
que, si bien no son oficialmente reconocidas, se alimentan de la
devoción de gran cantidad de fieles. Fuente
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