Es un sitio histórico, el
santuario donde todos los jueves se recuerda a cada migrante muerto en
el desierto.
A las siete de la
noche las velas se encienden. En ese momento las voces de hombres y
mujeres elevan sus plegarias a Dios para pedir por todas las almas que se
apagaron bajo el inclemente sol del “mar de arena” que une a Nogales con
Arizona.
El padre Ricardo Carney y un grupo de defensores de los derechos de los
migrantes tienen diez años de orar todos los jueves en este barrio de Tucson.
Es una
capilla al aire libre que está dedicada al alma de un pecador sepultado
en tierra que no es la suya. Se le llama “El Tiradito” y significa
“rechazado”.
A cada persona que llega a la capilla se le entrega una hoja de papel que
contiene las oraciones y mensajes de agradecimiento que esa noche se leerán
en
honor a los miles que mueren buscando un destino mejor.
El Tiradito es, además, una leyenda que narra la trágica historia de amor
que ocurrió en 1870 cuando un hombre, que está enterrado en este lugar,
murió luchando por el amor de una mujer.
Encender las velas para ellos representa la
luz y la esperanza de que las almas de las víctimas sean liberadas en el
purgatorio.
Se clama también por la paz y la renconciliación en la frontera.
En cada pared de El Tiradito hay colocadas
cartas, donde se leen notas que fueron escritas desde un corazón herido
que ruega y pide con fe por la sanación de su alma y de su cuerpo.
Injusticia
Desde 1995, el padre Ricardo Carney ha vivido en carne propia el calvario de
los indocumentados, pues durante cinco años estuvo al frente de la Casa del
Migrante Deportado en Douglas, Arizona.
Recordar el
dolor de cada migrante que pasó por ese albergue transforma el rostro
del sacerdote. Con su cara bañada de lágrimas recuerda: “No podré olvidar
nunca a cinco indocumentados que llegaron una noche a la casa. Estaba en la
cocina y escuché que tocabana la puerta, abrí y se me partió el
alma. Los cinco tenían sus ojos llenos de miedo y confusión, entre ellos
había dos niños.
Les abrí la puerta, entraron y no podían hablar del
susto. Acababan de haber sido asaltados y por un milagro de Dios no los
mataron.
Ese día entendí el sufrimiento de los que cruzan la
frontera.
Entonces, por mi fe, por la gloria de mi Dios, me propuse a ayudarlos, de
convertirme en la voz de los que no tienen voz ni posibilidades de entrar
sin dificultades a Estados Unidos. A partir de ahí comencé en Douglas el
trabajo a favor de los indocumentados.
Yo salí de allá -de Douglas- en 2000, pero continúo trabajando por ellos, mi
misión es permanente y por eso desde ese año todos los jueves en
El Tiradito hacemos nuestras oraciones por todos los que murieron en el
desierto, por los que en este momento intentan cruzarlo y por los que tienen
planeado hacerlo.
Nos solidarizamos con ellos,
oramos y cantamos por sus almas”, manifestó el reverendo.
Al lugar llegan también mexicanos y centroamericanos que tienen varios años
viviendo en Tucson.
Uno de ellos es un mexicano que indignado
condena todas las acciones que se realizan en contra del migrante.
“El gobernador de Phoenix quiere más migra, eso cuesta mucho dinero y no es
necesario. Yo arreglé papeles y soy legal en este
país; pero me duele ver el trato que les dan a mis paisanos y a los
centroamericanos.
A El Tiradito llegan médicos, maestros de universidades e ingenieros
estadounidenses que están convencidos que debe cambiar el trato que les dan
a los
migrantes.
La fe en El Tiradito
Pero el
Tiradito no sólo es un santuario, es una imagen venerada en Arizona
desde 1870 por los indocumentados mexicanos y centroamericanos que cruzan la
frontera hacia Estados Unidos.
La gente le pide favores para
arreglar sus papeles, conseguir su residencia en Estados Unidos o para
cruzar sanos y salvos el desierto que va desde Sonora hasta Tucson.
Cuentan que un joven que cruzó la frontera en 1870 perdió la vida. Juan
Olivares era su nombre y en su honor se bautizó así al templo que hay en
El Tiradito.
Olivares entró a trabajar a una hacienda de la región y tuvo la mala
suerte de enamorarse de la mujer del hacendado. Este, cuando descubrió
la traición, lo asesinó a hachazos y tiró su cuerpo en una zanja de la
ciudad.
La gente en el pueblo lo sepultó en el mismo lugar y tiempo después
comenzaron a suceder milagros, por lo que decidieron levantar esa capilla en
su
honor.
Los migrantes también llegan y piden para que los
coyotes no les roben su dinero, para arreglar su residencia en Estados
Unidos o por aquellos que van a cruzar el desierto.
Los inmigrantes se identifican con El Tiradito porque ellos son seres
tirados o expulsados de su lugar de origen por sus necesidades de trabajo,
vivienda, salud y
bienestar.
Los migrantes cuando pasan por Tucson buscan la Capilla de los Deseos donde
está El Tiradito para pedirle
trabajo en Estados Unidos y para que la “migra” nos los capture. Fuente
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