Carú Ñé, era india ranquel de inigualable belleza. Sus grandes ojos
verdes decían ya, de la selección natural que hacía el amor cuando le venían
las ganas. Cautivas blancas entre el ranquel. También blancos renegados
entre la indiada. ¿Y que?. ¡Quién margina la razón de crecer como nación?
¿Qué cañones podrían regir a la pampa
bárbara que no fueran las de sus propias exigencias? Y, siempre clamor,
componiendo cosas, personas, razas… Desgraciados los países que lo atajaron.
Decilo Contreras, no había sido un renegado, había sido un prisionero del
cacique Pincén, en una de sus tantas correrías. A los diez años pintones lo
habían alzado junto con su madre en un malón. Se hizo hombre entre los
indios, y el premio por el que se le respetó la vida fue una "loncoteada",
con uno de los numerosos hijos del cacique de su edad. El valor indómito y
la rabia de su prisión, hizo que aquella
diversión para el indio, le diera la oportunidad de basurearlo, Se gano
la vida y el respeto, pero cautivo… Se le hizo dura y áspero por las
costumbre del indio y por sus irrenunciables ansias de libertad. Carú Ñé,
con su amistad, le endulzó la amargura. Crecieron juntos y planearon juntos
la huida, y ni de dieron cuenta de los quince años que sumaron sus
esperanzas; pero se hizo y una noche… La indiada había estado de fiesta.
Esto dentro de sus cánticos y bailes, siempre terminaba en borrachera. Fue
la elegida. Había dejado dos caballos desde hacia tres días pastando a una
legua de la toldería. La caminaron
ansiosos y, cuando montaron, con viento a favor, nadie, ni siquiera el
indio, pudo presentirlos. Se entregaron a la noche y a sus pensamientos, y
los quince años de cautiverio manso de Decilo, fueron la seguridad que los
engañó, pero… sabían que se la cobrarían. ¡Vaya si lo sabían! Ajuste sin
acuerdo. Era así: ley sin alternativa.
Cuando, después de cinco días sin pausa, siempre hacia el naciente, muertos
de hambre, los cercaron los soldados de Roca, Decilo tuvo que desesperarse
gritando que eran
cristianos. Se bajo las ruinosas bombachas y les mostró las verijas…
Lucían blancas en el resto como corona….
- ¿Y ésa? ¿Qué he ésa?
Acurrucadita contra Decilo, con ese fatalismo indio, esperaba el fallo.
- Ta conmigo hermano. Me ayudó a juir y e"mitá crehtiana. Miralo Carú Ñe,
miralo…
En su cara sumida por las penurias, se iluminaron sus
hermosos ojos verdes. Habían absorbido su rostro.Escena de entonces, en
la inmensidad de la pampa, seca, sin movimiento: dos caballos flacos, con el
cogote caído por el cansancio, mirando, - pareciera con misericordia – a los
fugitivos que se confundían en el yuyage seco, abrazados por la fiera
protección de Decilo, aún sin fuerzas, y los cinco saldados montados, con
sus lanzas y fusiles apuntando a sus barrigas…
Hace quince años que me trajeron prisionero hermano, - gritaba Decilo, con
una cara en la que los ojos transmitían su tragedia en medio de una
constelación de pelos- y soy Decilo Contrerah del fuerte Federación. Me
agarraron en La Picasa, con mamá. Toy del lao de uhtede… Soy crehtiano, y
ella ta conmigo, hermano. Vamo a servir pa uhtede. Así fue: los destinaron a
"El Mirador", que componían con "El
Chañar", "El Acha" y "Lavalle", la línea de fortines, con el cabecera, -
Fuerte Federación – la línea de avanzada contra el indio y Carú Ñé, los ojos
por los que miraban la seguridad de los demás; pero ni sus ropas
semirrotosas de chiripa, alpargatas y kepis con pañuelo rodeándole la cara,
su fusil con bayoneta, podían disimular sus formas de mujer. Fueron el
origen del bautismo inconsulto de La Centinela. La estancia fortificada no
era para darse corte y parecía un insulto a la bravura de los ranqueles, con
su construcción de adobe en dos partes: la de arriba con cuatro ventanucos a
los cuatro puntos cardinales(origen del anterior nombre de El Mirador). La
de abajo, unida por una primitiva escalera de madera, hacia la comandancia,
depósito de pertrechos,
fusiles, aperos, comestibles. Pared por medio: la cocina humosa, matera,
lugar de decisiones de los cinco soldados con un sargento. Todo metido
dentro de la circunvalación de una zanja de dos metros protegida por una
empalizada unida con tientos. Cuatro ranchitos para los con familia y ¿Ya
está! ¿Desafío? Todo era desafío, hasta vivir…
Y entraron a pasar los años. Cada vez la frontera con el indio, se fue
alejando mas de La Centinela. Ya Pichi Contreras tenía doce años expertos,
de excelente físico y admirables condiciones humanas. Ya entonces, era capaz
de tirar la bola y pegarle a un pato en la laguna y, a veces, hasta elegía
el lugar en que le pegaría.
El Sargento Decilo Contreras, su
padre, y jefe del lugar, era un personaje de consulta por su
extraordinaria experiencia. Un producto fundamental de aquel medio, un
"especialista" de carrera brutalmente brillante, ala que debió él salvar
muchas vidas, vidas que nunca supieron que subsistían por Decilo.. ¿Por qué
será que estos hombrazos esconden tanta ternura? Se le escapaba de los ojos
cuando acariciaba la cabeza de su hijo con sus manos nervudas con uñas como
vasos. Soñaba con prolongarse en él.Aquella tarde de horizonte rojo, la
gente de La Centinela, se había combinado con los de El chañar y El Hacha,
para una boleada de avestruces. El alejamiento del indio, por las campañas
de Roca, traía posibilidades de trabajo y diversión. La boleada era la mas
codiciada de las fiestas por la cantidad de personas que intervenían. En
este caso, unos ochenta a cien, entre grandes y chicos. Con sus carretas y
caballos, llevaban organización para varios días. Marcaban zonas de hasta
veinte leguas de lado. Era un verdadero torneo de vaquía, en el que
intervenían los fortineros y los mejores estancieros del pago y ¡que jinetes
y que caballos!Carú Ñe con su hijo, invariablemente se quedaban en
La Centinela. Siempre había chasquis o viajeros que atender y casi por
costumbre que había impuesto Decilo, ella y el hijo, formaban parte de una
seguridad que solo él la sentía, También la transmitía.
Pero Pichi Contreras no estaba conforme, Nunca lo estaba con órdenes de
ataduras.-¡Pero mamá, entoavía que no me dejan dir con el tata, tengo e"
pisar mal! ¡Déjeme dar una gueltita con el zaino! ¿He mamá?Y era una frenada
a sus impulsos. Su madre siempre tenía alguna razón cortita que lo
desarmaba. Encontraba algún consuelo en la responsabilidad que le adjudicaba
su padre como protector de su
madre. ¡Que embromar con estas cosas de las razones, y en una tarde tan
hermosa!
Carú Ñe, también se dejo invadir por la tarde, calurosa, tranquila. Las
tardes así, ¿serían producto de alguna meditación? ¿Cómo si no, estaba todo
tan bien determinado y ubicado?, los pastos, las aves, el aire, el paisaje,
los pensamientos--- El
ser se deja invadir por el ambiente, es poseído, es… ¿será conducido
también? ¡Son tantos y tan complejos los factores que intervienen! ¿Qué fue
lo que indujo a Carú Ñe , a ir a bañarse a la laguna?¿La tarde?Sabía
hacerlos con frecuencia con Decilo. Había un lugarcito rodeado de juncos que
decilo lo llamaba "la palangana", por la forma. Le disputaban la laguna a
los patos con un poco de alharaca, y ya el agüita tibiecita la acariciaba la
modorra y les permitía toda clase de juegos. Los metros que separaban el
lugar , de la estancia, y la intimidad que permitía el junco, hacían un
refugio de placer incomparable. ¡Este Decilo! Siempre comenzaba empapándola
antes de que se desnudase….¡Que hombre!¿Cuántos años pasaron juntos, cuantas
cosas pasaron, cuantos? Carú Ñe, por
india y por mujer, adoraba a su hombre. Era un pedazo de él.Carú Ñe, con
el cuerpo desnudo, reflejándose en ondas movientes en el agua. Parecía
repartir la notable belleza en franjas multicolores de aquella piel
aceituna, firme, mórbida, con su cabello evolucionando con sus gráciles
movimientos, cortinando sus formas… Ella pensaba en su Decilo boleando
avestruces y ganándole a todos ¡a todos! ¿Quién podía ganarle…?Desaparecía
de la superficie como un patito zambullidor, arqueaba su cuerpo como un
mimbre, gozaba de aquel contacto. ¿ y su hijo? … El Dios que le había
enseñado Decilo había sido muy bueno con ella. Una súbita preocupación le
entró por él. ¡Era tan toro! Se zambulló por última vez hacia sus ropas.
Sacó la cabeza emergiendo como un delfín, dejando que le corriera el agua
por la cara., gozándola con los ojos cerrados. Cuando los abrió… estaba
frente a los temibles y estáticos ojos de Mainquethruz, el indio gigantesco
de su tribu, el que ella sabía que no perdonaría, el que tenía que vengar a
su raza, el que supo esperar el momento…
Carú Ñe se supo indefensa, perdida, sin posibilidades. Sus grandes ojos
verdes lo enfrentaron serenos, altivos, con fatalismo. No había nada que
establecer ni intentar. Tampoco había que hablar. Mainquethruz tenía echado
su caballo entre los juncos, a lo indio, y la fiera intención de degollarla
si cualquier cosa suspendía el rapto. La tomó fuertemente de una mano, hizo
parar su caballo, la hizo montar, lo hizo a su vez en anca, y taloneó…Y Carú
Ñe lo sintió en la nuca, seco como el estallido de un impacto en un cajón
lleno de tierra y aquel férreo eslabón del brazo de Mainquethruz, se aflojó.
El
caballo indio, enseñado a lo indio, se paró. Mainquethruz se fue
deslizando blandamente hasta dar con su enorme espalda, con suavidad , en el
suelo. Sus brazos asparon un segundo y volcó la cabeza completamente
destrozada.El silencio se corto con un significado de divino contenido:
- ¡MAMA!
Ya los primeros ranchos y casas de los hoy es el pujante pueblo de Vedia, se
esparcían como teclado salteado de un piano viejo…. Fuente
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