Su vida religiosa fue
austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual
manera. Tal forma de vivir no fue aceptada por algunos de los nuevos
miembros de la orden mientras ésta crecía; aún así, Francisco no fue
reticente a una reorganización. Es el primer caso conocido en la historia de
estigmatizaciones visibles y externas. Fue canonizado por la Iglesia
Católica en 1228, y su
festividad se celebra el 4 de octubre. Es conocido también como il
poverello d'Assisi («el pobrecillo de Asís», en italiano).
Contexto histórico
En el siglo XII se concretaron cambios fundamentales en la sociedad de la
época: el comienzo de las Cruzadas, el incremento demográfico y la afluencia
del oro, entre otros motivos, influyeron en el incremento del comercio y el
desarrollo de las ciudades. La economía seguía teniendo su base fundamental
en el campo dominado por el modo de producción
feudal, pero los excedentes de su producción se canalizaban con mayor
dinamismo que en la Alta Edad Media. Aunque todavía no se estaba produciendo
una clara transición del feudalismo al capitalismo y los estamentos
privilegiados (nobleza y clero) seguían siendo los dominantes, como lo
fueron hasta la
Edad Contemporánea, los burgueses (artesanos, mercaderes, profesionales
liberales y hombres de negocios) comenzaban a tener posibilidades de ascenso
social. La Iglesia, protagonista de ese tiempo, también se vio influida por
la nueva riqueza: no eran pocas las críticas a algunos de sus ministros que
se preocupaban más por el crecimiento patrimonial y sus relaciones políticas
de conveniencia.
Debido a ello, diversos movimientos
religiosos surgieron en rechazo a la creciente opulencia de la jerarquía
eclesiástica en esa época, o se dedicaron a vivir más de acuerdo con los
postulados de una vida pobre y evangélica. Algunos de ellos medraron afuera
de la institución y vivieron a su manera; tales movimientos fueron
condenados hasta el punto de considerarlos herejes. Los Cátaros, por
ejemplo, predicaban entre otras cosas el rechazo a los sacramentos, las
imágenes y la
cruz. Otras organizaciones como la creada por San Francisco de Asís y
Santo Domingo de Guzmán, por el contrario, nacieron bajo sumisión a la
autoridad católica y fueron conocidas con el nombre genérico de "los monjes
mendicantes". Este movimiento logró que la mayoría de la Iglesia se alejase
de la opulencia, vicio que tornaría en el siglo XIV.
Infancia y juventud
Nació bajo el nombre de Giovanni. Sus padres fueron Pedro Bernardone dei
Moriconi y Donna Pica Bourlemont, provenzal; tuvo al menos un hermano más,
de nombre
Angelo. Su padre era un próspero comerciante de telas que formaba parte
de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia a las ferias
locales. Entre algunas versiones, fue la afición a esta tierra por lo que su
padre lo apodó después como Francesco o el francesito; también es probable
que el pequeño fuera conocido más adelante de este modo por su afición a la
lengua francesa y los cantos de los trovadores.
Francisco recibió la educación regular de la época, en la que aprendió
latín. De joven se caracterizó por su vida despreocupada: no tenía reparos
en hacer gastos cuando andaba en compañía de sus amigos, en sus correrías
periódicas, ni en dar pródigas limosnas; como cualquier hijo de un potentado
tenía ambiciones de ser exitoso.
En sus años juveniles la ciudad ya estaba envuelta en conflictos para
reclamar su autonomía del Sacro Imperio. En 1197 lograron quitarse la
autoridad germánica, pero desde 1201 se enfrascaron en otra guerra contra
Perugia, apoyada por los nobles desterrados de Asís. En la batalla de Ponte
San Giovanni, en noviembre de 1202, Francisco fue hecho prisionero y estuvo
cautivo por lo menos un año.
Desde 1198 el pontificado se hallaba en conflicto con el Imperio, y
Francisco formó parte de la armada papal bajo las órdenes de
Gualterio de Brienne contra los germanos.
De acuerdo con los relatos, fue en un viaje a Apulia (1205) mientras
marchaba a pelear, cuando durante la noche escuchó una voz que le
recomendaba regresar a Asís. Así lo hizo y volvió ante la sorpresa de
quienes lo vieron, siempre jovial pero envuelto ahora en meditaciones
solitarias.
Empezó a mostrar una conducta de desapego a lo terrenal. Un día en que se
mostró en un estado de quietud y paz sus amigos le preguntaron si estaba
pensando en casarse, a lo que él respondió: Estais en lo correcto, pienso
casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan noble, tan rica,
tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra igual. Hasta ese momento
todavía no sabía él mismo exactamente el camino que había de tomar de ahí en
adelante; fue después de reflexiones y oraciones que supo que la dama a
quien se refería era la
Pobreza.
El punto culminante de su transformación se dio cuando convivió con los
leprosos, a quienes tiempo antes le parecía extremadamente amargo mirar. Se
dedicó después a la reconstrucción de la capilla de San Damián. Según los
relatos, lo hizo después de haber visto al crucifijo de esta iglesia
decirle: Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas.
Entonces decidió vender el caballo y las mercancías de su padre en Foligno,
regresó a
San Damián con lo ganado y se lo ofreció al sacerdote, pero este lo
rechazó.
Su padre, al darse cuenta de la conducta de su hijo, fue enojado en su
búsqueda, pero Francisco estaba escondido y no lo halló. Un mes después fue
él mismo el que decidió encarar a su padre. En el camino a su casa, las
personas con que se encontró lo recibieron mal y, creyéndolo un lunático, le
lanzaron piedras y lodo.
Francisco ante las
autoridades eclesiales
Su padre lo reprendió severamente, tanto que lo encadenó y lo encerró en un
calabozo. Al ausentarse el airado padre por los negocios, la madre lo libró
de las cadenas. Cuando regresó, fue ella quien recibió las reprimendas del
señor de la casa, y fue otra vez en búsqueda del muchacho a San Damián, pero
Francisco se plantó con calma y le reafirmó que enfrentaría cualquier cosa
por amor a Cristo. Pedro Bernardone, más preocupado por lo perdido de su
patrimonio, acudió a las autoridades civiles a forzarlo a presentarse, pero
el joven rehusó hacerlo con el argumento de no pertenecer ya a la
jurisdicción civil, por lo que las autoridades dejaron el caso en manos de
la
Iglesia.
Francisco se sometió al llamado de la autoridad eclesial. Ante el
requerimiento de devolver el dinero frente a su padre y al obispo de Asís,
de nombre Guido, no sólo lo hizo, sino que se despojó de todas sus
vestimentas ante los jueces, proclamando a
Dios desde ese momento como su verdadero Padre. Ante esto, el obispo lo
abrazó y le envolvió con su manto.
Comienzos de la orden
No se sabe con certeza cuántas iglesias en ruinas o deterioradas
reconstruyó; entre ellas, a la que más estima tenía era la capilla de la
Porciúncula (“la partecita”, llamada así porque estaba junto a una
construcción mayor).
Allí fue donde recibió la revelación definitiva de su misión, probablemente
el 24 de febrero de 1208, cuando escuchó estas palabras del
evangelio: No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a
visitar a conocidos... (Lc., 10). Así, cambió su afán de reconstruir las
iglesias por la vida austera y la prédica del Evangelio. Después de
someterse a las burlas de quienes lo veían vestido casi de trapos, ahora su
mensaje era escuchado con atención, y al contrario de otros grupos
reformadores de la
época, el suyo no era un mensaje de descalificaciones ni anatemas.
En unos meses sus discípulos eran once: Bernardo de Quintavalle, Pedro
Catani, Gil, Morico, Bárbaro, Sabatino, Bernardo Vigilante, Juan de San
Constanzo, Angelo Tancredo, Felipe y Giovanni de la Capella.
Bajo la pobreza que Francisco predicaba y pedía, los frailes hacían sus
labores diarias atendiendo leprosos, empleándose en faenas humildes para los
monasterios y casas particulares, y trabajando para granjeros. Pero las
necesidades cotidianas hacían la colecta de limosna inevitable, labor que
Francisco alentaba con alegría por haber elegido el camino de la pobreza.
Comenzó también la expansión del mensaje
evangélico, y para ello los estimuló a viajar de dos en dos.
Audiencia ante el Papa
para la aprobación de la regla
Hacia abril o mayo de 1209, Francisco se decidió a presentarse ante el papa
Inocencio III, para que le aprobara la primera regla de la Orden. Con ese
fin, él y sus acompañantes emprendieron el viaje a Roma.
Fue bajo la intervención del obispo
Guido de Asís como pudo tener audiencia con el Papa. Éste y ciertos
cardenales objetaban el programa franciscano por el peligro de crear otra
organización nueva, debido a los movimientos anticlericales de la época y a
la falta de una mínima base material de la orden; pero bajo la influencia
del cardenal Juan de San Pablo y su apoyo, Francisco pudo tener una nueva
audiencia para que se considerara la aprobación de su hermandad de pobres.
El Papa por fin aprobó la regla verbalmente, al convencerse de que la ayuda
de un hombre como Francisco reforzaría la imagen de la Iglesia con su
prédica y su práctica del Evangelio. No se conoce el contenido de esta
primera regla. Fue por esta época (seis años después de su conversión según
Celano) cuando fundó, junto a
Clara de Asís, la llamada segunda orden.
Rivo Torto
Camino de vuelta a
Asís, él y sus acompañantes se ubicaron en un lugar llamado Rivo Torto,
donde consolidaron sus principios de vivir en la pobreza, conviviendo entre
los campesinos locales y atendiendo a leprosos; desde entonces se hacían
llamar a sí mismos Hermanos Menores o Frailes Menores (el nombre fundacional
de la congregación es Ordinis Fratrorum Minorum, abreviado O.F.M.).
Después de la estadía en Rivo Torto, buscó una sede para su orden; para ello
pidió la ayuda del obispo Guido, pero no consiguió respuesta favorable. Fue
un abad benedictino
del Monte Subasio quien le ofreció la capilla de la Porciúncula y un terreno
adyacente (propiamente la partecita, la porcioncita). Francisco aceptó, pero
no como un regalo, sino que pagaba como renta canastas con peces.
Crecimiento y expansión
Dentro del ánimo de la época de los viajes hacia el Este, hizo un intento de
ir a Siria para la expansión del
Evangelio en la tierra de los llamados «infieles». Esto sucedió
probablemente a finales del año 1212 y nuevamente dos años más tarde, pero
ambas empresas se frustraron.
Antes de 1215 el número de frailes se había incrementado, no sólo en Italia
sino en el sur de Francia y en los reinos de España. Viajaban los
franciscanos de dos en dos y convivían con la gente común; además,
establecían ermitas en las afueras de las ciudades.
Concilio de Letrán
Durante el Concilio de Letrán de 1215, la organización adquirió un fuerte
estatus legal; en ese año se decretó que toda nueva orden debía adoptar la
Regla de San Benito o la de
San Agustín. Para los Frailes Menores no hubo necesidad de esto, por
haber sido aceptados seis años antes (aunque de palabra y no oficialmente).
En este concilio el Papa Inocencio III tomó la letra Tau como símbolo de
conversión y señal de la cruz; de ahí en adelante el poverello fue devoto de
este símbolo.
En esa época, el cardenal Hugolino les ofreció a él y a Domingo de Guzmán la
posibilidad de formar cardenales de las filas de sus órdenes. Francisco,
según las crónicas de Tomás de Celano, acorde con sus principios respondió:
«Eminencia:
mis hermanos son llamados frailes menores, y ellos no intentan convertirse
en mayores. Su vocación les enseña a permanecer siempre en condición
humilde. Mantenedlos así, aún en contra de su voluntad, si Vuestra Eminencia
los considera útiles para la Iglesia. Y nunca, os lo ruego, les permitáis
convertirse en prelados.»
Indulgencia en la
Porciúncula
Bajo el pontificado de Honorio III en 1216, se promovió la indulgencia
plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia de
Santa María de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia
del Papa para que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo
fuerte oposición, puesto que pocos lugares podían disfrutar de tan alto
privilegio.
Desde el año 1217 organizó capítulos en el que los
Frailes Menores se reunían para intercambiar experiencias; para la
organización apropiada de los territorios en que los frailes se habían
dispersado, organizó también provincias de evangelización.
Viaje a Oriente
Hacia el capítulo de 1219, la orden tuvo sus primeras disensiones respecto
de las normas de pobreza dictadas por
Francisco. Algunos persuadieron al cardenal Hugolino para que hablara
con él, a fin de que la orden fuera dirigida por hermanos «más sabios» y de
acuerdo con reglas como la de San Benito, a lo que el poverello se opuso
recalcando la forma de vida de humildad y simplicidad. La innovación que
brotó de este encuentro fue la organización de misiones a las llamadas
«tierras paganas».
En 1219 se embarcó hacia el oriente, pasando por
Chipre, San Juan de Acre y Damieta en el delta del Nilo, donde los
cruzados estaban bajo la orden del duque Leopoldo VI de Austria. Allí,
Francisco los previno de que había sido alertado por Dios de que no
realizaran ningún ataque; ante sus palabras, los soldados se burlaron de él.
El resultado de la siguiente batalla fue un desastre para los cruzados.
Continuó su estadía y el aprecio hacia su persona crecía, incluso algunos
caballeros abandonaron las armas para convertirse en frailes menores.
Frente al sultán de
Egipto
Tomó como misión la conversión de los
musulmanes. Para ello se acompañó del hermano Illuminato para adentrarse
en esas tierras; al encontrarse con los primeros soldados sarracenos fue
golpeado, pero inmediatamente pidió ser llevado ante el Sultán, que entonces
era al-Malik al-Kamil.
Según las crónicas de Buenaventura, el poverello, en su afán de convertirlo
al cristianismo, invitó a los ministros religiosos musulmanes a entrar con
él en una gran fogata, para así demostrar qué religión era la verdadera; los
mulás rehuyeron la propuesta. Francisco ofreció entrar solo y retó al
Sultán a que, si salía ileso, se convertiría al cristianismo e incitaría
a su pueblo a hacerlo; el príncipe rechazó también esa posibilidad. Al
final, sus pretensiones se frustraron. Tiempo después obtuvo del sultán al-Mu'azzam
de Damasco, hermano de al-Malik, permiso sólo para visitar Siria y Tierra
Santa.
Crisis y reorganización
La orden, durante su ausencia, sufrió una crisis: hubo disensiones, falta de
organización y desacuerdos con la ruda vida diaria. El rumor de la muerte de
Francisco en el Oriente dio pie a implantar reformas, entre ellas ciertas
medidas disciplinarias, ayunos e incluso la institución de una casa de
estudio en Bolonia; muchos consideraron estos cambios contrarios a la idea
original del fundador. Enterado de estos sucesos, Francisco fue ante el Papa
Honorio III y le rogó que designara al cardenal Hugolino para reorganizar la
orden.
La nuevas disposiciones tuvieron un nuevo
Ministro General, Elias Bombarone, y una nueva regla, la de 1221 (Regla
no bulada) que entre otros temas trató el año de noviciado, la prohibición
del vagabundeo y de la desobediencia ante órdenes contrarias a los
principios franciscanos.
La tercera orden
Ante el incremento de las vocaciones y el peligro de inclusión de gente de
dudosa vocación espiritual, nació la llamada Tercera Orden, para permitir a
hombres y mujeres laicos vivir una vida franciscana. Obtuvo su estatus legal
en 1221 también con la ayuda del
cardenal Hugolino. Es en posteriores escritos como se rescata su
contenido, porque el original se perdió. Consistía de trece capítulos en los
que se reglamentaba la santificación personal de los terciarios, su vida
social y la organización de la nueva fraternidad.
Bajo influencia nuevamente de este cardenal, la orden reabrió el convento de
Bolonia para el estudio, a pesar de la convicción de Francisco de la
primacía de la oración y la prédica de los Evangelios por sobre la educación
formal.
La regla definitiva
Bajo la insistencia de ministros de la orden, fue obligado a redactar una
nueva regla, ya que ciertos opositores a la entonces vigente consideraban
que le faltaba consistencia y definición, y que eso le impedía obtener una
definitiva aprobación del
Papado. Nuevamente aceptó las exigencias. Para ello se retiró dos veces
a la ermita de Fonte Colombo cerca de Rieti, a redactar una definitiva regla
bajo ayuno y oración. El 29 de noviembre de 1223, con otra participación del
cardenal Hugolino, la regla tuvo su forma definitiva y fue aprobada por el
Papa Honorio III.
Navidad en Greccio
Terminada la labor de aprobación de la regla definitiva, Francisco decidió
retornar a Umbría. Debido a la cercanía de la
Navidad, a la que él tenía especial aprecio, quiso celebrarla de manera
particular ese año de 1223; para ello convidó a un noble de la ciudad de
Greccio, de nombre Juan, a festejar el nacimiento de Jesucristo en una loma
rodeada de árboles y llena de cuevas de un terreno de su propiedad.
Pretendió que la celebración se asemejara lo más posible a la natividad de
Jesús, y montó un pesebre con animales y heno; pobladores y frailes de los
alrededores acudieron a la misa en procesión. Allí el poverello asistió como
diácono y predicó un sermón. Aunque no fue la primera celebración de este
tipo, es considerada un importante evento religioso, una fiesta única.
ORACIÓN A SAN
FRANCISCO DE ASÍS
Los estigmas
Francisco asistió en junio de 1224 a lo que fue su último capítulo general
de la orden. Hacia principios de agosto resolvió hacer un viaje a un lugar
aislado llamado
Monte Alvernia, a unos 160 kilómetros al norte de Asís; escogió para
este viaje a algunos de sus compañeros: León, Angelo, Illuminato, Rufino y
Masseo, a quien el poverello puso al mando del grupo.
Estando en la cima, fue visitado por el conde Orlando, quien llevaba
provisiones a los hermanos. Francisco le pidió construirle una cabaña a
manera de celda, donde después se aisló. La oración ocupó un lugar central
en la vida de Francisco; para ello buscaba la vida eremítica, el silencio y
soledad interior. Reforzaba sus plegarias postrándose, ayunando, e incluso,
gesticulando.
En ese lugar, León fue testigo de los actos de su soledad: lamentos por el
futuro de la orden y estados de éxtasis. Al saber que era espiado, decidió
irse a un sitio más apartado en una saliente de montaña. En la fiesta de la
Asunción Francisco decidió hacer un ayuno de cuarenta días.
Por órdenes del poverello, León lo visitaba dos veces para llevarle pan y
agua. Según los relatos que recogieron los testimonios de León, éste fue
testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de fuego que bajaba del
cielo; por este prodigio, Francisco le comentó que algo grande estaría por
ocurrir. Le hizo abrir tres veces el misal para encontrar respuesta, y las
tres veces se abrió en la historia de la Pasión de Jesús.
Probablemente el 14 de septiembre de 1224, oró para recibir dos gracias
antes de morir: Sentir la pasión de
Jesús, y una enfermedad larga con una muerte dolorosa. Después de
intensas oraciones, entonces en un transe profundo —según relato de San
Buenaventura — el mismo Nazareno se le presentó, crucificado, rodeado por
seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las
manos, los pies y el costado; posteriormente, sus hermanos vieron los
estigmas de Francisco, que él conservó por el resto de su vida. Sin embargo,
Francisco -al igual que otros santos estigmatizados- hizo todo lo posible
para ocultarlos a la vista de los demás por considerarse indigno, no del
dolor que sentía, sino de ser portador de las señales de la
Pasión de Jesús. Por eso, fue desde entonces con las manos metidas entre
las mangas del hábito, y con los pies cubiertos por medias y zapatos.
Muerte
Retornó a la Porciúncula acompañado sólo por León; en su camino hubo
muestras de veneración al estigmatizado, aparentemente su acompañante hacía
saber a todos acerca del prodigio. Mientras tanto, su salud —que desde mucho
tiempo antes nunca fue buena del todo— empeoraba: El sangrado de sus heridas
lo hacía sufrir constantemente. En el verano de 1225 pasó un tiempo en
San Damián bajo el cuidado de sus allegados.
Fue durante esta temporada cuando compuso el Cántico del Hermano Sol, que
hizo también cantar a sus compañeros. Se encaminó luego a Rieti, rodeado del
entusiasmo popular por tocarlo o arrancar algún pedacito del pobrísimo sayo
que vestía, y se instaló en el palacio del obispo. Después se hospedó en
Fonte Colombo, donde fue sometido a tratamiento médico, que incluyó
cauterizar con un hierro ardiente la zona desde la oreja hasta la altura de
la ceja de uno de sus ojos; según los relatos, Francisco no sintió dolor al
«platicar» con el fuego para que no lo dañara. Otro intento para ser tratado
por renombrados médicos fue hecho en Siena, sin buen resultado.
Deseó volver a la Porciúncula a pasar sus últimos días. Arribó a
Asís y fue llevado al palacio del obispo y resguardado por hombres
armados, puesto que la localidad estaba en estado de guerra. En su lecho
escribió su Testamento. En sus últimos momentos entonó nuevamente su Cántico
al Hermano Sol —al que agregó un nuevo verso dedicado a la hermana Muerte—
junto a Angelo y León.
De acuerdo con su último deseo, fue encaminado a la Porciúncula, donde se
estableció en una cabaña cercana a la capilla. Murió el 3 de octubre de 1226
a la edad de 43.
Así relata San Buenaventura la verificación de las llagas de Francisco
después de su muerte:
"Al emigrar de este mundo, el bienaventurado Francisco dejó impresas en su
cuerpo las señales de la pasión de
Cristo. Se veían en aquellos dichosos miembros unos clavos de su misma
carne, fabricados maravillosamente por el poder divino y tan connaturales a
ella, que, si se les presionaba por una parte, al momento sobresalían por la
otra, como si fueran nervios duros y de una sola pieza. Apareció también muy
visible en su cuerpo la llaga del costado, semejante a la del costado herido
del Salvador. El aspecto de los clavos era negro, parecido al hierro; mas la
herida del costado era rojiza y formaba, por la contracción de la carne, una
especie de círculo, presentándose a la vista como una rosa bellísima. El
resto de su cuerpo, que antes, tanto por la enfermedad como por su modo
natural de ser, era de color moreno, brillaba ahora con una blancura
extraordinaria. Los miembros de su
cuerpo se mostraban al tacto tan blandos y flexibles, que parecían haber
vuelto a ser tiernos como los de la infancia. Tan pronto como se tuvo
noticia del tránsito del bienaventurado Padre y se divulgó la fama del
milagro de la estigmatización, el pueblo en masa acudió en seguida al lugar
para ver con sus propios ojos aquel portento, que disipara toda duda de sus
mentes y colmara de gozo sus corazones afectados por el dolor. Muchos
ciudadanos de Asís fueron admitidos para contemplar y besar las sagradas
llagas. Uno de ellos llamado Jerónimo, caballero culto y prudente además de
famoso y célebre, como dudase de estas sagradas llagas, siendo incrédulo
como Tomás, movió con mucho fervor y audacia los clavos y con sus propias
manos tocó las manos, los pies y el costado del Santo en presencia de los
hermanos y de otros ciudadanos; y resultó que, a medida que iba palpando
aquellas señales auténticas de las llagas de
Cristo, amputaba de su corazón y del corazón de todos la más leve herida
de duda. Por lo cual desde entonces se convirtió, entre otros, en un testigo
cualificado de esta verdad conocida con tanta certeza, y la confirmó bajo
juramento poniendo las manos sobre los libros sagrados."
San Buenaventura, Leyenda Mayor de San Francisco 15,4
Al día siguiente, el cortejo fúnebre se encaminó hacia San Damiano y después
a San Giorgio, donde fue sepultado. Fue canonizado el 16 de julio de 1228.
Sus restos se encuentran en la Basílica de San Francisco en Asís.
Personas allegadas a
Francisco de Asís
Clara de Asís. Tuvo como modelo de su conversión a Francisco y lo siguió.
Juntos organizaron a la Segunda Orden Franciscana o hermanas clarisas.
Francisco puso confianza en sus consejos.
Jacoba de Settesoli. De ascendencia noble romana, y de carácter viril y
enérgico, abrazó la vida religiosa al quedar viuda. Al igual que
Clara, fue muy apreciada por Francisco.
Masseo de Marignano. Dedicado a la guardia de las instalaciones.
Angelo Tarlati. Un militar que dejó las armas para entrar a la orden.
Junípero. Llamado por Clara el Juglar de Dios; de personalidad jovial,
divertida y pintoresca. Según los relatos, Francisco dijo alguna vez: «Mis
hermanos, si sólo tuviera un bosque lleno de Juníperos…». Murió en 1258.
Bernardo de Quintavalle. De los primeros seguidores de
Francisco. Murió entre 1240 y 1246.
Gil. Uno de los más devotos seguidores de la práctica franciscana; realizó
viajes a Roma, Compostela y Tierra Santa. Murió en 1262.
Rufino. Primo de Clara de Asís, de ascendencia noble. De carácter tímido y
temeroso de hablar en público; junto a León y Angelo, protagonista de la
Leyenda de los tres Hermanos.
León. Muy cercano a la vida del poverello como su confesor y secretario.
Testigo de los momentos previos a la estigmatización de Francisco. Luego de
recibir los estigmas, Francisco le obsequió la famosa "Bendición a fray
León".
Antonio de Lisboa. Llamado por Francisco "mi obispo". De gran erudición y
facilidad de palabra. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1945.
Oración y prédica
Al no ser sacerdote, en vez de dar doctrina, practicaba una predicación
exhortativa, esto es, incitaba a la conversión y a vivir una vida
evangélica; predicaba también con el ejemplo, con su estilo de vida aliada a
la pobreza. Su manera de predicar era por medio de laudas, o alabanzas, con
el objetivo de llamar la atención de los hombres a honrar al Ser Supremo.
Según Tomás Celano:
Cuando, estando en público,
se sentía de pronto afectado por visitas del
Señor, para no estar ni entonces fuera de la celda hacía de su manto una
celdilla… Siempre encontraba la manera de ocultarse a la mirada de los
presentes…hasta el punto de orar entre muchos sin que lo advirtieran en la
estrechez de la nave.
Escritos de Francisco de
Asís y primeras biografías
Entre los escritos reconocidos de Francisco de Asís están:
Cántico de las criaturas
Alabanzas en todas las horas
Carta a toda la orden
Bendición a fray León
La verdadera alegría
Carta a las autoridades, etc.
Primeras biografías, con fechas probables de autoría:
Leyenda primera (Legenda Prima), de Tomás Celano (1228–1230).
Espejo de perfección (Speculum Perfectionis), de autor desconocido.
Leyenda segunda (Legenda Secunda), de Tomás Celano (1247).
Leyenda mayor de San Francisco (Legenda Maior), de San Buenaventura (1263).
Leyenda de los tres compañeros (Legenda Trium Sociorum) (1270–1300).
La figura de Francisco de Asís en las artes
La figura del poverello ha sido objeto de las artes, a manera de ejemplo:
En artes plásticas:
Frescos en la Basílica de San Francisco en Asís.
Francisco de Zurbarán dedicó parte de su obra.
Ilustraciones de Joan Miró al Cántico del hermano sol.
En ópera:
Saint Francois d'Assise de Olivier Messiaen
En Cine:
Il Poverello d'Assisi (1911), de Enrico Guazzoni.
Fratefrancesco (1927), de G. Cesare Antamoro.
"San Francisco de Asís"(1944) de Alberto Gout (México)
Francisco, juglar de Dios (1959), de Roberto Rossellini.
"El niño y el lobo"(1965) de José A.Nieves
"Francisco de Asís"(1966) de Liliana Cavani
Hermano Sol, Hermana Luna (1972), de Franco Zeffirelli.
Francesco (1989), de Liliana Cavani.
En Literatura y poesía:
San Francisco de Asís, G. K. Chesterton.
San Francisco de Asís, Emilia Pardo Bazán.
El pobre de Asís, Nikos Kazantzakis.
La segunda vida de Francisco de Asís, José Saramago.
Lirio Franciscano, Ramón María del Valle Inclán.
A San Francisco de Asís, Torquato Tasso.
Los motivos del lobo, Rubén Darío.
Relato del beso al leproso, Juana de Ibarbourou.
Laudas, Jacopone da Todi.
La Divina Comedia (El Paraíso, Canto XII), Dante Alighieri.
Florecillas
Los Fioretti —de autor anónimo— son una recopilación de hechos de Francisco,
de algunos de los frailes que lo acompañaban y de
San Antonio de Padua. Escritas en la segunda mitad del siglo XIV no
constituyen una biografía sino una exaltación de las virtudes del poverello
y de su vida simple para edificación del lector.
Por ejemplo, en la
historia de Cómo Francisco libró de un lobo feroz a la ciudad de Gubio,
el poverello fue a buscar a la fiera que atacaba a los habitantes de la
localidad. Logró hacer un pacto con él al «convencerlo» de no seguir sus
fechorías a cambio que los pobladores le darían el sustento que necesitaba.
La bestia puso una pata delantera sobre la mano de Francisco en señal de
asentimiento. Logró convivir con la gente y murió dos años después de viejo.
Otros: Cómo San Francisco fue a convertir al sultán de Babilonia, Cómo un
joven regaló unas tórtolas a San Francisco…, Cómo San Francisco sanó a un
leproso de alma y cuerpo, etc.
Tradicionalmente contiene 53 capítulos; a través del tiempo se agregaron
otros relatos que tienen como protagonistas a los frailes Junípero y Gil. De
éste último hay unos denominados «Doctrina y dichos». Otros narran la
estigmatización del
santo católico.
Repercusiones en la
actualidad
Francisco ha quedado como aquél que, en su espíritu de pobreza y
desprendimiento, probablemente más se pareció a Jesús en la historia de la
cristiandad. El "Pobre
de Asís" sigue conmoviendo por su capacidad infinita de reconciliación
con todo y con todos, respetado no sólo por creyentes de todas las
religiones, sino también por no creyentes. Es, quizás, el santo más
ecuménico, razón por la cual se realizaron encuentros interreligiosos
mundiales en Asís, la "ciudad de Francisco".
Por su devoción a los
animales como criaturas de Dios, ha sido abrazado por la cultura del
escultismo particularmente por la relación hacia los lobos. Es el patrono de
los veterinarios y de los forestales (Ingenieros de Montes, Ingenieros
Técnicos Forestales, Agentes y Guardas Forestales, y otros cuerpos
similares) y, por extensión, de los movimientos ecologistas que empeñan sus
esfuerzos en el cuidado de la naturaleza y del ambiente.
El mundo cristiano está lleno de iglesias y de altares dedicados a él y por
él su nombre, antes bastante raro, se hizo habitual en toda
Europa. Pío XII lo proclamó, con Catalina de Siena, patrono de Italia el
18 de junio de 1939. Tiene numerosos epónimos de ciudades o localidades (la
ciudad de San Francisco en los Estados Unidos, por ejemplo).
Aunque algunos sostienen que la creación del pesebre es anterior a
Francisco, fue sin dudas él quien popularizó el Nacimiento o escena del
nacimiento de Jesús. Al entrar a rezar en la ermita de Greccio en la Navidad
de 1223, Francisco sintió el deseo de representar en vivo el nacimiento del
Niño Jesús, y ese hecho fue decisivo en la universalización de esa
tradición. En 1986, a petición de las asociaciones belenistas de todo el
mundo, el Papa Juan Pablo II proclamó patrono universal del "Belenismo" a
San Francisco de Asís.
Francisco no fue el creador de la Oración de la paz de san Francisco
(«Señor, hazme un instrumento de tu paz...»), poema
francés publicado en 1912 y atribuido al fraile italiano desde 1916
hasta fines del siglo XX.
En virtud de la devota peregrinación de San Francisco a Oriente, y de su
voluntad de reconciliar a todos los hombres, los franciscanos son custodios
de los Santos Lugares. La presencia franciscana en Tierra Santa, que con
diversas vicisitudes se ha mantenido siempre, adquirió estabilidad y
carácter oficial de parte de la Iglesia en 1342, año en que el papa Clemente
VI promulgó dos Bulas: la «Gratias agimus» y la «Nuper carissimae», en las
que encomendó a la Orden Franciscana la "custodia de los Santos Lugares".
Cuando, en 1992, se cumplieron los 650 años de tales Bulas,
Juan Pablo II envió al Ministro General de la Orden un mensaje de
felicitación a la vez que de exhortación a perseverar en el encargo recibido
de la Iglesia. Fuente
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