Maria Eva Duarte nació en Los Toldos, província de Buenos Aires, en
1919. Ella, su madre, Juana Ibarguren, y sus cuatro hermanos formaban la
família irregular de Juan Duarte, que falleció cuando Evita tenía seis o
siete años. En esa
época, se mudaron para Junín, donde Eva permaneció hasta 1935.
Se sentía
asfixiada por el ambiente pueblerino y entonces, con tan sólo 15 años,
decide mudarse a Buenos Aires buscando convertirse en una actriz. Sola, sin
recursos ni educación, se enfrenta con un mundo
hostil y duro, cuyas reglas desconoce. Pero triunfa: llega a ser actriz
de cierto nombre, pese a la falta de mayores
talentos teatrales, y a encabezar un programa de rádio muy escuchado.
Pero su
destino era otro. En enero de 1944, Eva Duarte conoce al coronel Juan
Domingo Perón en un festival que la comunidad artística realizaba en
benefício de las víctimas de un terremoto que había destruído la ciudad de
San Juan pocos días antes.
En el mes siguiente, ya vivían juntos y dos años más tarde regularizan la
relación, contrayendo matrimonio en una ceremonia íntima y que no trasciende
al público.
En febrero de 1946, después de una campaña
electoral en que la presencia de Evita fue marcante, Perón es electo
presidente. La
oposición le trasladó a ella la antipatia y el rechazo que sentian por
Perón. La acensión vertiginosa "esa mujer" fue para esos argentinos un
motivo más de repúdio.
En su rol de primera
dama, Eva Perón desarrolló un trabajo intenso, tanto en el aspecto
político como en el social. En cuanto a la política, trabajó intensamente
para obtener el voto femenino y fue organizadora y fundadora de la rama
femenina del
peronismo. Esta organización se formó reclutando mujeres de distintas
extracciones sociales por todo el país. Las dirigentes de la nueva
agrupación recibieron el nombre de "delegadas censistas".
En el aspecto social su trabajo se desarrolló en la Fundación Eva Perón,
mantenida por contribuciones de empresarios y por donaciones que los
trabajadores hacian cuando tenian una mejora en sus sueldos. Creó
hospitales, hogares para ancianos y madres solteras, dos policlínicos,
escuelas, una
Ciudad Infantil. Durante las fiestas distribuía sidra y pan dulce,
socorría a los necesitados y organizaba torneos deportivos infantiles y
juveniles.
El otro bastón y tal vez eje principal de su popularidad fue constituído en
torno a los sindicalistas y a su facilidad y carisma para conectarse con las
masas trabajadoras, a quienes ella llamaba sus "descamisados".
Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952, aun muy joven, por ocasión de una
leucemia. El dolor popular no la abandonó en un velatorio que duró 14 días y
a partir de entonces no la abandonaría jamás.
Cuando elegí ser "Evita" sé que elegí el
camino de mi pueblo. Ahora, a cuatro años de aquella elección, me
resulta fácil demostrar que efectivamente fue así.
Nadie sino el pueblo me llama "Evita". Solamente aprendieron a llamarme así
los "descamisados". Los hombres de gobierno, los dirigentes políticos, los
embajadores, los hombres de empresa, profesionales, intelectuales, etc., que
me visitan suelen llamarme "Señora"; y algunos incluso me dicen públicamente
"Excelentísima o Dignísima Señora" y aún, a veces, "Señora
Presidenta". Ellos no ven en mí más que a Eva Perón.
Los descamisados, en cambio, no me conocen sino como "Evita". Yo me les
presenté así, por otra parte, el día que salí al encuentro de los humildes
de mi tierra diciéndoles "que prefería ser "Evita" a ser la esposa del
Presidente si ese "Evita" servía para mitigar algún dolor o enjugar una
lágrima.
Y, cosa rara, si los hombres de gobierno, los dirigentes, los políticos, los
embajadores, los que me llaman "Señora" me llamasen "Evita"
me resultaría tal vez tan raro y fuera de lugar como que un "pibe", un
obrero o una persona humilde del pueblo me llamase "Señora". Pero creo que
aún más raro e ineficaz habría de parecerles a ellos mismos.
Ahora si me preguntasen qué prefiero, mi respuesta no tardaría en salir de
mí: me gusta más mi nombre de pueblo. Cuando un pibe me nombra "Evita" me
siento madre de todos los
pibes y de todos los débiles y humildes de mi tierra. Cuando un obrero
me llama "Evita" me siento con gusto "compañera" de todos los hombres. Fuente
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