Biografía
Infancia y juventud
Nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste, pequeña ciudad de Numidia en el
África romana. Su padre, llamado Patricio, no era
religioso cuando nació su hijo. Su madre, Santa Mónica es puesta por la
Iglesia como ejemplo de "mujer cristiana", de piedad y bondad probadas,
madre abnegada y preocupada siempre por el bienestar de su familia, aún bajo
las circunstancias más adversas. Mónica le enseñó a su hijo los principios
básicos de la religión cristiana y al ver cómo el joven Agustín se separaba
del camino del cristianismo se entregó a la oración constante en medio de un
gran sufrimiento. Años más tarde Agustín se llamará a sí mismo "El hijo de
las lágrimas de su madre".
San Agustín estaba dotado de una gran imaginación y de una extraordinaria
inteligencia. Se destacó en el estudio de las letras. Mostró un gran interés
hacia la literatura, especialmente la griega clásica y
poseía gran elocuencia. Sus primeros triunfos tuvieron como escenario
Madaura y Cartago. Durante sus años de estudiante en Cartago desarrolló una
irresistible atracción hacia el teatro. Al mismo tiempo, gustaba en gran
medida de recibir halagos y la fama, que encontró fácilmente en aquellos
primeros años de su juventud. Allí mismo en Cartago se destacó por su genio
retórico y sobresalió en concursos poéticos y certámenes públicos. Aunque se
dejaba llevar ciegamente por las pasiones humanas y mundanas, y seguía
abiertamente los impulsos de su espíritu sensual y mujeriego, no abandonó
sus estudios, especialmente los de filosofía. El propio Agustín hace una
crítica muy dura y amarga de esta etapa de su juventud en sus
Confesiones.
A los diecinueve años, la lectura de Hortensius de Cicerón despertó en la
mente de Agustín el espíritu de especulación y así se dedica de lleno al
estudio de la filosofía. Además, será en esta época cuando el joven Agustín
conocerá a una mujer con la que mantendrá una relación estable de catorce
años y con la cual tendrá un hijo: Adeodato.
En su búsqueda incansable de respuesta al problema de la verdad, Agustín
pasa de una escuela filosófica a otra sin que encuentre en ninguna una
verdadera respuesta a sus inquietudes. Finalmente abraza el maniqueísmo
creyendo que en este sistema encontraría un modelo según el cual podría
orientar su vida. Varios años siguió esta doctrina y solamente la abandonó
después de hablar con el obispo
Fausto. Ante tal decepción, se convenció de la imposibilidad de llegar a
alcanzar la plena verdad, y por ello se hizo escéptico.
Sumido en una gran frustración personal, decide en 383 partir para Roma, la
capital del Imperio. Su madre quiso acompañarle, pero Agustín la engañó y la
dejó en tierra (cf. Confesiones 5,8,15). En Roma enferma de gravedad. Tras
restablecerse, y gracias a su amigo y protector Símaco, prefecto de Roma,
fue nombrado "magister rhetoricae" en Mediolanum (la actual Milán).
Conversión al
cristianismo
Fue en Milán donde se produjo la última etapa antes de su conversión: empezó
a asistir como catecúmeno a las celebraciones litúrgicas del obispo
Ambrosio, quedando admirado de sus predicaciones y su corazón. Entonces
decidió romper definitivamente con el maniqueísmo. Esta noticia llenó de
gozo a su madre, que había viajado a Italia para estar con su hijo, y que se
encargó de buscarle un matrimonio acorde con su estado social y dirigirle
hacia el bautismo. Se despidió de su compañera sentimental con gran dolor y
en vez de optar por casarse con la mujer que Mónica le había buscado,
decidió vivir en ascesis; decisión a la que llegó después de haber conocido
los escritos neoplatónicos gracias al sacerdote Simpliciano. Los platónicos
le ayudaron a resolver el problema del materialismo y el del mal. San
Ambrosio le ofreció la clave para interpretar el Antiguo Testamento y
encontrar en la escritura la fuente de la fe. Por último san Pablo le ayudó
a solucionar el problema de la mediación y de la gracia. Segun cuenta el
mismo Agustín, la crisis decisiva previa a la conversión, se dio estando en
el jardín con su amigo Alipio, reflexionando sobre el ejemplo de Antonio,
oyó la voz de un niño de una casa vecina que decía: toma y lee, y
entendiéndolo como una invitación divina, cogió la Biblia, la abrió por las
cartas de
Pablo y leyó el pasaje Rom 13, 13ss. Al llegar al final de esta frase se
desvanecieron todas las sombras de duda.
En 386 se consagra al estudio formal y metódico de las ideas del
cristianismo. Renuncia a su cátedra y se retira con su madre y unos
compañeros a Casiciaco, cerca de Milán, para dedicarse por completo al
estudio y a la meditación. El 23 de abril de 387, a los treinta y tres años
de edad, es bautizado en Milán por el santo obispo Ambrosio. Ya
bautizado, regresa a África, pero antes de embarcarse, su madre Mónica
muere en Ostia, el puerto cerca de Roma.
Monacato y episcopado
Cuando llegó a Tagaste vendió todos sus bienes y el producto de la venta lo
repartió entre los pobres. Se retiró con unos
compañeros a vivir en una pequeña propiedad para hacer allí vida
monacal. Años después esta experiencia será la inspiración para su famosa
Regla. A pesar de su búsqueda de la soledad y el aislamiento, la fama de
Agustín se extiende por toda la comarca.
En 391 viajó a Hipona para buscar un lugar donde abrir un monasterio y vivir
con sus hermanos, pero durante una celebración litúrgica fue elegido por la
comunidad para que fuese ordenado sacerdote, a causa de las necesidades del
obispo de Hipona, Valerio. Aceptó esta brusca elección con lágrimas en los
ojos, pues al principio se negaba con gritos y lágrimas a aceptarla. Algo
parecido sucedió al ser consagrado
obispo en el 395. Fue entonces cuando dejó el monasterio de laicos y se
instaló en la casa del obispo, que transformó en un monasterio de clérigos.
La actividad episcopal de Agustín es enorme y variada. Predica a todo tiempo
y en muchos lugares, escribe incansablemente, polemiza con aquellos que van
en contra de la ortodoxia de la doctrina cristiana de aquel entonces,
preside concilios, resuelve los problemas más diversos que le presentan sus
fieles. Se enfrentó a maniqueos, donatistas, arrianos, pelagianos,
priscilianistas, académicos, etc. Participa en los Concilios regionales III
de Hipona del 393, III de Cartago del 397 y IV de Cartago del 419, en los
dos últimos como Presidente y en los cuales sancionaron definitivamente el
Canon bíblico que había sido hecho por el Papa Dámaso I en Roma en el
Sínodo del 382.
Agustín murió en Hipona el 28 de agosto de 430 durante el sitio al que los
vándalos de Genserico sometieron a la ciudad durante la invasión de la
provincia romana de África. Su cuerpo, en fecha incierta, fue trasladado a
Cerdeña y, hacia el 725, a Pavía, a la basílica de San Pietro in Ciel d'Oro,
donde reposa hoy.
La historia del encuentro
con un niño junto al mar
Una tradición medieval, que recoge la historia inicialmente narrada sobre un
teólogo en abstracto que más tarde fue identificado con San Agustín, cuenta
la siguiente anécdota.4 Un día San Agustín paseaba por la orilla del mar,
dando vueltas en su cabeza a muchas de las doctrinas sobre la realidad de
Dios, una de ellas la
doctrina de la Trinidad. De repente, alza la vista y ve a un hermoso
niño, que está jugando en la arena, a la orilla del mar. Le observa más de
cerca y ve que el niño corre hacia el mar, llena el cubo de agua del mar, y
vuelve donde estaba antes y vacía el agua en un hoyo. Así el niño lo hace
una y otra vez. Hasta que ya San Agustín, sumido en gran curiosidad se
acerca al niño y le pregunta: "Oye, niño, ¿qué haces?" Y el niño le
responde: "Estoy sacando toda el agua del mar y la voy a poner en este
hoyo". Y San Agustín dice: "Pero, eso es imposible". Y el niño responde:
"Más imposible es tratar de hacer lo que tú estas haciendo: Tratar de
comprender en tu mente pequeña el misterio de Dios".
La historia es usada en muchos lugares como verdadera; sin embargo, se
trataría de una invención sin fundamento real, pero que se inspira al menos
en la actitud de Agustín como estudioso del misterio de Dios.
Obras
Libros
Autobiográficos
Confesiones
La obra capital de Agustín de Hipona está constituida por trece libros en
los que nos narra su vida, formación y su evolución interior; también habla
de la psicología, de la filosofía, de su concepto de Dios y de su visión del
mundo. Constituye, asimismo, un reconocimiento de la grandeza y bondad de
Dios.
Está dividida en dos grandes partes:
Libros 1-9: contienen la confesión de los errores de Agustín hasta su
conversión. Terminan con la muerte de su
madre Mónica en Ostia.
Libros 10-13: alaba a Dios y a su creación.
Comenzó la obra tras la muerte de san Ambrosio, el 4 de abril del 397, y la
terminó en el año 400. Su estilo es uniforme, y los acontecimientos son
analizados con la perspectiva de haber transcurrido doce o catorce años
desde que sucedieran. Por ello, si se comparan con los diálogos escritos en
Casiciaco, se constatan algunas discrepancias, debidas a una valoración
distinta de muchas aspectos; son las reflexiones del obispo, que ve la vida
de un modo distinto.
Retractaciones
Ajustándose a los hechos, San Agustín expresó su insatisfacción por haberse
comportado así con esta frase: 'Nos has hecho para ti
Señor y nuestro corazón estará insatisfecho hasta que descanse en ti.'
Filosóficos
Los Diálogos
Escritos en Casiciaco, Milán, Roma y en su etapa joven. En ellos trata de la
certeza, la felicidad, el orden, la inmortalidad, la grandeza del
alma, la existencia de Dios, la libertad del hombre, la razón del mal y
el maestro interior.
Contra académicos
Combate el escepticismo.
Disciplinarum libri
Es una vasta enciclopedia con el fin de mostrar cómo se puede y se debe
ascender a Dios a partir de las cosas materiales. No está acabada.
Otros: De beata vita liber I, De ordine libri II, Soliloquiorum libri II, De
immortalitate animae liber I, De quantitatae animae liber I, De libero
arbitrio libri III, De musica libri VI, De magistro liber I...
Apologéticos
En estos defiende la fe contra los paganos o contra los
racionalistas:
De vera religione liber I. Escrito en el 390. La verdadera religión es la
que posee la Iglesia católica, el verdadero Dios es la Trinidad. En esta
obra se encuentran muchas de las ideas de la Ciudad de Dios.
La ciudad de Dios (De
civitate Dei libri XXII)
Es una de las obras maestras de Agustín; en ella nos ofrece una síntesis de
su pensamiento
filosófico, teológico y político. Fue escrita desde el 413 al 426 y la
publicó en varias partes, aunque trabaja con un plan unitario.
El motivo por el cual escribió esta obra fue las críticas que los paganos
hacían contra el cristianismo: Roma había caído bajo los visigodos (410), la
Ciudad Eterna se había hecho añicos... De este cataclismo mundial fue
culpado el cristianismo, sobre todo por los romanos cultos y ricos que
huyeron al norte de África debido a la caída de Roma.
Está dividida en dos partes: en la primera combate al paganismo (l. 1-10) y
en la segunda defiende la
doctrina cristiana (l. 11-22).
De la primera parte:
Los cinco primeros libros refutan a aquellos que piensan que el servicio de
los muchos dioses venerados por los paganos es necesario para que la
situación humana sea próspera, y a los que afirman que la actual desgracia
terrible es la consecuencia de haber impedido ese servicio. Los cinco libros
siguientes van contra aquellos que admiten que desgracias similares han
golpeado desde siempre a los mortales y los azotarán en el futuro, pero
aseguran que el culto sacrificial a los muchos dioses es recomendable debido
a la vida futura después de la muerte.
De la segunda parte:
Los cuatro primeros libros tratan del origen de ambos Estados, el
Estado de Dios y el Estado de este mundo; los cuatro siguientes se
ocupan del curso favorable o desfavorable de ellos; y los cuatro últimos, de
su resultado debido.
La tesis central de la obra es la divina providencia, que guía la humanidad,
dividida en dos ciudades, nacidas de dos amores, el amor de sí y el amor de
Dios. En ella afronta el problema de los orígenes de la historia, de la
presencia del mal, de la lucha entre el bien y el mal, de la victoria del
bien y de su eterno destino. Fue una obra muy leída y ejerció una gran
influencia en los siglos siguientes.
Otras
De fide rerum quae non videntur liber I, De utilitate credendi liber I, De
divinatione daemonum liber I, Quaestiones expositae contra paganos VI...
Dogmáticos
Enchiridion, ad Laurentium o
De fide, spe et caritate liber I
Escrito hacia 421, es un manual de
teología según el esquema de las tres virtudes teologales. Contiene una
explicación del Símbolo de la Fe, de la Oración del Padre nuestro y de los
Preceptos Morales de la Santa Iglesia.
La Trinidad (De Trinitate
libri XV)
Es una de sus obras maestras y su principal obra dogmática. Desde el 399 al
412 escribió doce libros, pero no estando satisfecho con los resultados
aplazó su publicación; entonces sus impacientes amigos hicieron unas copias
del manuscrito sin autorización de San Agustín y lo pusieron en circulación,
lo que lo enojó bastante. En el año 420 añadió los otros tres que faltaban y
revisó toda la obra.
La Obra está dividida en cinco grandes partes: Teología bíblica de la
Trinidad (I-IV), Teología especulativa y defensa del dogma (V-VII),
Introducción al conocimiento místico de Dios (VIII), Búsqueda de la imagen
de la
Trinidad en el hombre (IX-XIV), Compendio y complemento del tratado (XV).
En ella desarrolla la doctrina de las relaciones: las tres personas divinas
son El Ser mismo, eterno, inmutable, consustancial, pero se distinguen por
sus relaciones; la explicación psicológica; la doctrina sobre las
propiedades personales de El
Espíritu Santo, que procede como amor; la vida de la gracia; y sobre
cómo el hombre siendo imagen de Dios es imagen de La Santísima Trinidad.
Otros
De fide et símbolo liber I, De diversis quaestionibus octoginta tribus liber
I, De diversis quaestionibus ad Simplicianum libri II, Ad inquisitionem
lanuarii libri II, De fide et operibus liber I, De videndo Deo liber I, De
praesentia Dei liber I, De cura pro mortuis gerenda liber I, De octo
Dulcitii quaestionibus liber I...
Morales y pastorales
De agone christiano liber I
Es un manual de vida cristiana para instruir en la fe al pueblo sencillo.
De coniugiis adulterinis
libri II
Escrito hacia el 420 demuestra la indisolubilidad del matrimonio.
Otros
Contra mendacium, De catechizandis rudibus liber I, De continentia liber I,
De patientia liber I...
Monásticos
Regula ad servos
La más antigua de las reglas monásticas de occidente.
Exegéticos
La Sagrada Escritura tuvo un papel decisivo para Agustín. Se puede destacar:
De doctrina christiana
libri IV
Es una síntesis dogmática que servirá de modelo a las Sententiae.
De Genesi ad litteram
libri XII
Su composición es del 401 al 415. Contiene de antropología, la doctrina de
la creación simultánea y de las razones seminales.
De consensu Evangelistarum
libri IV
Fueron escritos hacia el año 400 en respuesta a los que acusaban a los
evangelistas de contradecirse y de haber atribuido falsamente a Cristo la
divinidad.
Polémicos
Escribe contra los maniqueos, los donatistas, los pelagianos, el arrianismo
y contra herejías en general.
Algunas de sus obras son: De natura boni liber I, Psalmus contra partem
Donati, De peccatorum meritis et remissione et de baptismo parvolorum ad
Marcellium libri III (de 412, primera teología bíblica de la redención, del
pecado original y de la necesidad del bautismo), De gratia et libero
arbitrio liber I (de 426, en el que demuestra la necesidad de la gracia de
la existencia del libre albedrío), De haeresibus...
Tratados
Están distribuidos en tres secciones: comentarios en
San Juan, exposiciones sobre los salmos y sermones.
Tractatus in evangelium
Ioanis
Ciento veinticuatro discursos sobre el evangelio de San Juan.
Su obra más extensa es Enarrationes in Psalmos. Se trata de la única
exposición completa del salterio que nos ha llegado de la literatura
artística. Compuesta desde el 392 al 416.
Los sermones son el fruto de la predicación por casi 40 años. En la
biblioteca de Hipona se debían conservar unos tres o cuatro mil. Trata todos
los temas de la Biblia y de la liturgia.
Cartas
El extenso epistolario
agustiniano prueba su celo apostólico. Sus cartas son muy numerosas y a
veces extensas. Fueron escritas desde el 386 al 430. Se pueden haber
conservado unas 800.
Doctrina
Razón y fe
San Agustín comienza la búsqueda de la verdad de una manera casi
desesperada. Ya a los diecinueve años se pasó al racionalismo y rechazó la
fe en nombre de la razón. Sin embargo, poco a poco va descubriendo que la
razón y la fe no se oponen, sino que su relación es de colaboración. La fe
es un modo de pensar asintiendo, si no existiese el pensamiento, no
existiría la fe. Por eso la inteligencia es la recompensa de la fe. La fe y
la
razón son dos campos que necesitan ser equilibrados y complementados.
Esta postura se sitúa entre el fideísmo y el racionalismo. A los
racionalistas le responde: Crede ut intelligas ("cree para comprender") y a
los fideístas: Intellige ut credas ("comprende para creer"), pues es
imposible creer sin razón. San Agustín quiere comprender el contenido de la
fe, demostrar la credibilidad de la fe y profundizar en sus enseñanzas.
ORACIÓN A SAN
AGUSTÍN
Filosofía
Leyó y conoció de memoria muchas obras de filósofos, entre ellas estaban las
de Cicerón, Varrón, Séneca, Plotino y Porfirio. Sintió preferencia por los
neoplatónicos que ejercieron una gran influencia en él, pero a los que
corrigió. Esta predilección se basó en considerarles los filósofos clásicos
más cercanos al cristianismo y por haber dado vida a una enseñanza común de
la verdadera filosofía. Los principios que componen y en los que se inspira
la filosofía de San Agustín son la interioridad, participación e
inmutabilidad.
Con el primero hace una invitación al sujeto para que se vuelva a sí mismo,
pero no para pararse en el sujeto, sino para que se dé cuenta de que en él
hay algo más que lo trasciende. La mente humana está en relación con las
realidades inteligibles e inmutables. Con este principio demuestra la
existencia de Dios, prueba la
espiritualidad del alma y su inmortalidad y además da una explicación
psicológica de la Trinidad.
El segundo principio podemos enunciarlo así: todo bien o es bien por su
misma naturaleza y esencia, o es bien por participación; en el primer caso
es el Bien sumo, en el segundo caso es un bien limitado. Esta participación
puede ser: la participación del ser, de la verdad y del amor.
En cuanto a la inmutabilidad, el ser verdadero, genuino y auténtico es sólo
el ser inmutable. No existe de alguna forma o en cierta medida, sino que es
el Ser. Este principio vale para distinguir al ser por esencia del ser por
participación.
Dios y el hombre
La filosofía agustiniana se centra en dos temas esenciales: Dios y el
hombre.
Dios. Para llegar de la mente a Dios primero tenemos que preguntar al mundo,
después volverse hacia uno mismo y por último trascenderse. El mundo
responde que él ha sido creado y el itinerario continua; se procede a la
ascensión interior, y el hombre se reconoce a sí mismo intuyéndose como ser
existente, pensante y amante. Puede por ello ascender a Dios por tres vías:
la vía del ser, de la verdad y del amor. Se trata de trascenderse a uno
mismo, de poner nuestros pasos "allí donde la luz de la razón se enciende".
Ahora bien, llegaremos a un Dios incomprensible, inefable. Este
Dios es el ser sumo, la primera verdad y el eterno amor.
El hombre. Agustín explora su misterio, su naturaleza, su espiritualidad y
su libertad. Es un grande profundum y una magna quaestio.
El compuesto humano está formado por el cuerpo y el espíritu. A pesar de lo
que se dice de él, superó el espiritualismo helénico. La cárcel del alma no
es el cuerpo humano, sino el cuerpo corruptible; el alma no puede ser sin él
dichosa. Ésta fue creada de la nada.
La tesis fundamental que ayuda a entender el misterio del hombre es su
creación a imagen de Dios, que es propia del hombre interior, de la mente.
Pero ha sido deformada por el pecado y será la gracia la encargada de
restaurarla.
El hombre sólo adhiriéndose al ser inmutable puede alcanzar su felicidad. En
este encuentro de Dios y el hombre,
Agustín examina la delicada cuestión de la gracia y la libertad.
Agustín defendió la libertad contra los maniqueos y la existencia de una
sola alma y una sola voluntad: era yo mismo quien quería, yo quien no
quería; yo era yo. Por último, también exploró el tema de las pasiones,
reduciéndolas a la raíz común del amor. En las pasiones advierte tres
posibilidades: ausencia de pasiones, orden en las pasiones y desorden o
concupiscencia, la cual le hace llegar a una guerra civil.
Ser, conocer, amar
A los grandes problemas del ser, conocer y amar, le da tres soluciones, que
son la creación, la iluminación y la sabiduría o felicidad.
Creación. Explica el problema del origen de las cosas, diciendo que Dios
creó todas las cosas de la nada. Existen tres maneras de proceder una cosa
de otra: por generación, por fabricación o por creación. Esta última sólo es
capaz de hacerla
Dios.
La creación ha tenido lugar en el tiempo. Dios crea de la nada y crea según
razones eternas (ideas ejemplares existentes en la mente Divina). Pero no
todo es creado de la misma manera, Dios ha creado todo simultáneamente, pero
unas cosas las ha creado en sí mismas y otras virtualmente, en sus gérmenes
invisibles. Esta es la teoría de las rationes seminales.
Todas las cosas son buenas porque las ha creado Dios, y las ha creado porque
ha querido. Por ello el mal no puede ser una sustancia sino que es defecto,
privación. Hay dos especies de mal: el mal que el hombre sufre contra su
voluntad y el mal que comete voluntariamente. El primero es el mal físico y
el segundo es el mal moral. Los dos provienen de la deficiencia de la
criatura. Sin embargo Dios no es la causa de ningún mal, solamente lo
permite, ya que Él puede sacar bien del mal.
Otro tema es el del tiempo, éste es un “enigma intrincadísimo”. Podemos
decir que es una distensión del alma que recuerda, intuye y aguarda.
Iluminación. Nuestra iluminación es una participación del Verbo, es decir,
de la vida que es luz de los hombres. Dios, causa del ser, es también luz
del conocer. Los hombres percibimos la verdad de nuestras afirmaciones en la
verdad inmutable. El
alma intelectiva es capaz de contemplar las cosas inteligibles en una
luz incorpórea especial, la verdad inmutable. Así pues, la mente humana es
iluminada divinamente y esto es el fundamento de la certeza de nuestros
juicios.
Por último, podemos tener tres especies de conocimiento: el corporal,
espiritual y el intelectual.
La felicidad. El hombre obtiene la felicidad de
Dios y esta felicidad es Dios mismo. Para él la felicidad es el gozo de
la verdad y no puede ser dichoso quien no posee lo que ama, pero dichoso es
sólo quien posee todo lo que quiere y no quiere nada malo. Otro paso más, no
hay felicidad verdadera si no es eterna. Por eso sólo Dios, y no los bienes
temporales, puede hacernos felices. Sin embargo aquí sólo poseemos la
felicidad en esperanza.
San Agustín diferencia las cosas que deben ser amadas por sí mismas, como un
fin al que llegar y del que gozar y las cosas que son medios para el fin y
de las que solamente debemos servirnos. Si nos quedamos en los medios nunca
llegaremos a poseer la verdadera felicidad. La historia será así el
contraste dramático entre dos amores: de sí y de Dios. Dependiendo del amor
que elijamos llegaremos a ser felices o no.
El tiempo y la eternidad
El tiempo es creación de Dios, antes de crear el cielo y la tierra no había
tiempo. Este implica un pasado, un futuro y un presente. Pero el pasado ya
no existe y el futuro aún no es. En cuanto al presente es un continuado
dejar de ser, un continuo tender hacia el no ser.
Agustín acabará concluyendo que el tiempo existe en el
espíritu del hombre, porque es donde se mantienen presentes el pasado,
el presente y el futuro. Por ello los tiempos son tres: El presente del
pasado, el presente del futuro y el presente del presente. No reside en el
movimiento sino en el alma.
Teología
Estos son los principios en que san Agustín se ha inspirado para hacer
progresar la ciencia teológica: adhesión plena a la autoridad de la
fe, deseo ardiente de alcanzar la inteligencia de la fe, firme
persuasión de la originalidad de la doctrina cristiana, sentido profundo del
misterio, subordinación constante de la teología a la caridad y atención a
la precisión del lenguaje.
Doctrina trinitaria
Comienza con la profesión de fe, expone las dificultades e interroga a las
Escrituras para responder a aquellas. Estudia la unidad y propiedades de las
tres personas divinas, las procesiones y misiones, las operaciones hacia
fuera de la Trinidad (que son comunes a las tres personas divinas), propone
la doctrina de las relaciones y recurriendo a la imagen de la Trinidad en el
hombre, encaminando a éste al amor y a la contemplación de la Trinidad.
Nos explica la igualdad (misma naturaleza) y distinción (distintas
relaciones) de las personas divinas y la simplicidad de Dios, por la cual
las personas se identifican con la naturaleza divina.
También son suyas la teología del
Espíritu Santo y la explicación psicológica de la Trinidad:
El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, pero principalmente del
Padre, pues el Padre, que es el principio de la deidad, concede al Hijo el
expirar el Espíritu Santo, éste procede como Amor y, por tanto, no es
engendrado.
La explicación psicológica de la Trinidad permite, ilustrar, a la vez, el
misterio del hombre, creado a imagen de Dios. Esta imagen sólo la encuentra
en el hombre interior y la expresa con esta fórmula: memoria, inteligencia y
voluntad.
Doctrina cristológica
Gran claridad en la formulación: una persona en dos naturalezas. Defiende la
doctrina contra todas las herejías y presenta a
Cristo como ejemplo diáfano de la gratuidad de la gracia.
Expresa la unidad de la persona y dualidad de las naturalezas en Cristo de
la siguiente manera: Aquel que es Dios es también hombre, y aquel que es
hombre es también Dios; no por la confusión de las naturalezas, sino por la
unidad de la persona. Esta unión es admirable y la mejor analogía es la
unión que se produce en el hombre, la del cuerpo y del alma en la unidad de
la persona.
En virtud de la comunicación de idiomas
Agustín defiende que Dios ha nacido, que Dios ha sido crucificado, que
Dios ha muerto.
Por último Agustín aclara que la naturaleza humana fue asumida a la unión
personal con el Verbo en el mismo instante en que fue creada.
Mariología
Cuatro puntos:
Por la comunicación de idiomas defiende la maternidad divina: "Dios ha
nacido de una mujer".
La virginidad perpetua: "Virgen concibió, Virgen dio a luz y Virgen
permaneció".
A María "le fue concedida una gracia mayor para vencer en todo momento al
pecado".
La relaciones entre María y la Iglesia.
María es modelo de la Iglesia por el esplendor de sus virtudes y por la
gracia de ser corporalmente lo que la Iglesia debe ser espiritualmente.
Soteriología
Para defender la Iglesia contra los pelagianos y paganos profundizó en la
soteriología y la gracia desarrollando los siguientes puntos:
Cristo es el único mediador y en cuanto hombre Dios.
Cristo es el mediador en cuanto redentor. Cristo se encarnó para redimir a
los hombres del pecado. La redención es necesaria pues nadie puede salvarse
sin Cristo; es objetiva (la redención), porque no consiste sólo en el
ejemplo, sino que la reconciliación con Dios es universal ya que Cristo
murió por todos los hombres. De esta teología de la redención, San Agustín,
deduce la teología del pecado original: consiste en un alejamiento de Dios,
precisamente porque
Cristo nos ha reconciliado a todos los hombres con Dios.
Cristo como sacerdote y sacrificio. Cristo quiso ser no sólo sacerdote, sino
además sacrificio.
Antropología sobrenatural
La doctrina católica discurre entre los opuestos errores de los maniqueos y
de los pelagianos. Defendió la existencia del pecado original, la bondad de
las cosas, la remisión total y perfecta de los pecados en el bautismo, se
opuso a la tesis pelagiana de impecancia, enseñó la necesidad de la gracia y
la libre cooperación del hombre.
A continuación se tratarán las doctrinas del pecado original, la
justificación, la gracia y la predestinación.
En el pecado original distingue entre existencia y naturaleza. Defendió su
existencia con todos los argumentos de la teología, bíblicos, litúrgicos,
artísticos y de razón: la finalidad soteriológica de la encarnación, Rm
5,12-19, el
bautismo de los niños, la tradición y el problema del mal. En cuanto a
su naturaleza, reconoce su carácter misterioso. Afirma que se trasmite por
propagación y lo define de la siguiente manera: el pecado original es la
concupiscencia unidad al reato. Por último, es falso que san Agustín
identificara pecado original y concupiscencia.
Para comprender la justificación, hay que distinguir entre remisión de los
pecados y renovación interior: la remisión de los
pecados es plena y total y la renovación interior es progresiva y
alcanza su perfección sólo en la resurrección. La justificación cristiana
comporta ya en esta vida la restauración de la imagen de Dios, aunque
plenamente sólo se alcanza en el más allá. Antes del pecado, el hombre
gozaba de la libertad menor, consistía en poder no pecar y poder no morir;
después de la resurrección gozará de libertad mayor, que consiste en no
poder pecar y no poder morir. Esta idea de justificación es escatológica.
La gracia adyuvante. La gracia no es la creación, ni la ley, ni la sola
justificación. Su función es alejar los obstáculos que nos impiden hacer el
bien. Es el Don gracioso de Dios, la inspiración de la caridad, es un don
gratuito de la benevolencia
divina. El doctor de la gracia, afirma la absoluta necesidad de esta
gracia para poder evitar el pecado y para alcanzar la salvación. Esta gracia
es eficaz, pero para explicarlo entramos en el tema delicadísimo de la
libertad y el don divino. El libre albedrío no es aniquilado por la gracia,
sino que es fortalecido. "Aquel no sucumbe porque es ayudado, sino que es
ayudado para que no sucumba". Hay una armonía entre la gracia y la libertad.
La predestinación es la presciencia de Dios y la preparación de sus
beneficios, por los cuales certísimamente se salva todo el que se salva.
Agustín ha enseñado dos verdades contrarias en apariencia: la gratuita
predilección de Dios por los elegidos y el amor de Dios por todos los
hombres. Dios tiene siempre en su haber una gracia que ningún corazón, por
puro que sea, podrá jamás rechazar, entonces ¿por qué no la usa con todos y
permite que algunos perezcan? Agustín responde que no sabe. Esta doctrina
también tiene un significado pastoral, pretende ayudar al cristiano a evitar
la
presunción y la desesperación.
La Iglesia
La Iglesia es uno de los temas centrales de San Agustín. La estudió como
hecho histórico, los motivos de su credibilidad y como comunión y cuerpo
místico de Cristo. Cuando habla de ella se puede referir a la comunidad de
fieles, a la comunidad de los justos, o a la comunidad de los predestinados.
Defiende su unidad, catolicidad, apostolicidad y santidad. Asegura que el
bautismo es válido también fuera de la Iglesia aunque aproveche sólo en
ella. La Iglesia se extiende más allá de sus confines institucionales y
tiende hacia la
eternidad. Es, aunque no exclusivamente, escatológica, pues sólo
entonces los pecadores serán separados de los justos.
Soluciona el problema de la presencia de los pecadores en la Iglesia
diciendo que es un cuerpo mixto y que los pecadores no contaminan las
virtudes de los buenos, por eso sigue santa aún a pesar de aquéllos. Los
pecadores forman parte de la Iglesia sólo en apariencia, los justos poseen
realmente la justicia, son hijos de
Dios.
El núcleo central de la eclesiología es Cristo, que está siempre presente
obrando en la Iglesia, el Espíritu Santo es el alma del cuerpo místico y por
ello el principio de comunión. La Iglesia es también ahora reino de Cristo.
Escatología
Se opuso a la concepción platónica de la historia, defendió la resurrección
de los cuerpos, cuerpos de verdad pero incorruptibles. Esclareció la
eternidad de las penas. No admitió la apocatástasis de Orígenes.
Insistió en la dimensión social y cristológica para explicar la felicidad
del cielo. El cielo es la "insaciable saciedad". Antes de la
resurrección no poseemos y esta felicidad plenamente, sino sólo una
"consolación de la tardanza".
Por último, admitió la existencia del purgatorio.
Doctrina espiritual
La espiritualidad agustiniana se orienta al
culto y amor de la Trinidad, tiene por centro a Cristo, se da dentro de
la vida de la Iglesia, su tarea es la restauración de la imagen de Dios en
el hombre y se nutre de la sabiduría de las Escrituras.
Sus líneas esenciales son:
La vocación universal a la santidad. Todos los cristianos pueden alcanzar la
salvación.
La Caridad, centro, alma y medida de la perfección cristiana. Esta es el
contenido de las escrituras, el fin de la teología, la síntesis de la
filosofía y la esencia y medida de la perfección cristiana. Pone en un juego
el dinamismo
cristiano y el único deseo que tiene es a Dios.
La humildad, condición indispensable para el crecimiento de la caridad.
Tenemos que reconocer lo que somos: criaturas, hemos de reconocer la
gratuidad de la gracia.
La purificación, ley de las ascensiones interiores. Necesitamos de la
ascesis para crecer en la caridad.
La necesidad de elaboración. El hombre ha de ser maestro o de oración y
preparar su corazón para recibir lo que Dios quiera dar. Esta oración debe
llevarnos a los demás, que es de índole social.
La ascensión por los grados del
alma hacia Dios. Describe cuatro grados: virtud, serenidad, entrada y
morada o contemplación.
Recepción
San Agustín tiene gran importancia en la historia de la cultura europea. Sus
Confesiones suponen un modelo de biografía interior para muchos autores, que
van a considerar la introspección como elemento importante en la literatura.
Concretamente, Petrarca va a ser un gran lector de San Agustín: su
descripción de los estados amorosos enlaza con ese interés por el mundo
interior que encuentra en
San Agustín. Por otro lado, San Agustín va a ser un puente importante
entre la Antigüedad y la cultura cristiana. El especial aprecio que tiene
por Virgilio y Platón va a marcar fuertemente los siglos posteriores. Así,
se puede decir que la Edad Media, hasta el siglo XIII y el redescubrimiento
de Aristóteles, va a ser platónica. El especial aprecio por Virgilio se va a
manifestar, por ejemplo, en la Divina Comedia de Dante Alighieri.
Agustín y
la Ciencia
Agustín y la Teoría de la
Relatividad
Según el científico Roger Penrose, San Agustín tuvo una «intuición genial»
acerca de la relación espacio-tiempo, adelantándose 1500 años a
Albert Einstein y a la Teoría de la Relatividad cuando Agustín afirma
que el universo no nació en el tiempo sino con el tiempo, que el tiempo y el
universo surgieron a la vez. Esta afirmación de Agustín también es rescatada
por el colega de Penrose, Paul Davies.
Agustín y el
Evolucionismo
Agustín, quien tuvo contacto con las ideas del evolucionismo de Anaximandro,
sugirió en su obra La Ciudad de
Dios que Dios pudo servirse de seres inferiores para crear al hombre al
infundirle el alma, defendía la idea de que a pesar de la existencia de un
Dios no todos los organismos y lo inerte salían de Él, sino que algunos
sufrían variaciones evolutivas en tiempos históricos a partir de creaciones
de Dios.
Otras informaciones
Es
patrón de las localidades en España de Avilés (Principado de Asturias),
Erandio (Vizcaya), Fernán Caballero (Ciudad Real), Ojos (Murcia) y Tordómar
(Burgos).
San Agustín era de ascendencia bereber y el santo más grande de la Iglesia
bereber de Argelia. Fuente
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