¡Oh, Padre Celestial! que
concediste a Juan Diego ser el confidente
de la Virgen de Guadalupe y asistir al nacimiento de la fe en nuestra
Patria, te pedimos, por su intercesión, que socorras a los más necesitados.
Consuela a los enfermos de alma y cuerpo y concede que el
Pueblo Mexicano, unido por la fuerza del amor a nuestra Dulce Madre del
Tepeyac, haga de cada uno de sus hogares un templo vivo en donde adoremos a
Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina contigo por los siglos de
los siglos. Amén. Fuente
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