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APARICIO ALTAMIRANO - ORACIONES, MILAGROS, DÍA DE CONMEMORACIÓN, PEDIDOS Y ESTAMPITA

El culto al gaucho Aparicio Altamirano se vincula estrechamente con la fundación de Bella Vista (Ctes).
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Se recuerda que entre mayo y junio de 1825, mientras el gobernador Pedro Ferré proclamaba al pueblo el patronazgo de la Señora del Carmen, un sector muy piadoso de la población hacia depositario de un extraño culto a un gauchillo de nombre Aparicio Altamirano.
De indiscutible raíz guaraní, nació en el Paiubre, hoy ciudad de Mercedes, el 14 de septiembre de 1873. Desde muy joven captó las ambiciones, los intereses y el entorno de los poderosos. Al mismo tiempo que desdoblaba su visión en el servilismo del paisano, centraba el enfoque de su actividad vital en hacer justicia y ayudar a los necesitados.

Adquirió real notoriedad al consumarse una fuga masiva de la cárcel de Corrientes, un martes de carnaval, mientras la sociedad asistía a sus tradicionales corsos de serpentinas. Esto ocurría en el año 1904.

Capitaneados por el famoso gaucho Lega, el temerario grupo ganó la calle. Entre los conjurados figuraban el paraguay Villalba, y Rolón “Care” (tuerto) los que juntamente con Aparicio Altamirano se refugiaron en un lugar del monte Luciano, “Luchí Caavig”.

El escenario de las andanzas por los departamento de Empedrado, Mburucuyá, Caá Catí, Bella Vista, hablaban de por sí de una carnadura vital, que sobrevive a toda contingencia.

Huyendo siempre y tuteándose con el peligro, fueron a parar a la ranchada de Rincón de Luna, donde las fuerzas del orden los sorprendió, dicen que tomando mate, al amparo del fuego para ahuyentar a los mosquitos.

Aparicio logró escapar de la refriega. Sabía pelear y no les dio ninguna ventaja a los milicos. Usando la astucia y toda su valentía, logró despistar a sus atacantes. Su famoso tordillo compartía la destreza del amo cuando dirimía sus asuntos cara a cara, cuerpo a cuerpo. Contrariamente allí cayeron muertos sus compañeros baleados por la autoridad.

Algunos compuestos anónimos, que se entonaban con la candenciosa melopea de las guitarras, recuerdan aquella escena, con viril elocuencia.

Es interesante observar el énfasis que pone el hombre de campo, el paisano litoraleño, en el sentido de la lucha del gaucho en su estadio geográfico y en su idealismo trascendente. Pero este análisis merece otro tópico, que escapa a los límites de este trabajo.

Estos sucesos y compuestos que los trovadores repetían en canchas y boliches, alentaron al gaucho Altamirano en las tácticas y métodos violentos en sus correrías por el solar guaraní. Por entonces la gauchería y el cuatrerismo atemorizaban a la campaña. Algunos paisanos memoriosos aseguran que Altamirano usaba el “chantaje” y la coacción, o efectuaba pedido de dinero a los hacendados ricos y a otras personas representativas del lugar.

Por el contrario el escritor correntino Ángel H. Ruiz, ha dicho en “Extraño reportaje”: Con ayuda de mis recuerdos, de los de algún amigo y Eulalio Rivero (Ula), que conoció a Aparicio Altamirano siendo niño y que guiaba la canoa de su padre cuando el gaucho y su familia abandonaban la ranchada huyendo de la policía, pude reconstruir algo de su personalidad y de su actuación. Nada nuevo. La rotunda afirmación de que Aparicio fue un gaucho noble, signado por la desgracia, que si alguna vez robó, jamás obtuvo beneficio personal del producto de su delito, ocasionalmente repartido entre los miserables.

Por otra parte una vieja vecina de Saladas, doña Cristina Noya, lo recuerda como un gaucho altanero, insuflado por su fama de invulnerable, pues poseía un especial “curundú”, contra las balas.

Ante el peligro hacía ostentación de armas y despliegue de coraje. El paisanaje lo adoraba tanto como le temía, pero su reputación atizaba la superstición con la equívoca idea de la purificación a través del sufrimiento.
Soy “piragüé (colorado)- decía en guaraní- cuando quería dar a conocer su filiación política.

Se cuenta que muchas veces se escudaba en la pasividad de las autoridades ,que hacían la vista gorda a sus fechorías o amenazas.

Receptor de culpas ajenas muchas veces, autor de delitos nunca divulgados, escuchaba con frecuencia los compuestos, que los ladinos hacían rodar de boca en boca y de rancho en rancho.

Mientras tanto el matrero vivía las contingencias del fugitivo, repudiado por unos, temido por otros y protegido por todos sus paisanos. Pero siempre perseguido por la justicia.

El informante ya mencionado, don Eulalio Rivero, describió con lujo de detalles la acción en la cual lo prendieron. “La comisión policial al mando del Mayor Meza, un verdadero sabueso de aquellos tiempos de armas llevar, persiguió a Aparicio por montes y cañadas durante meses. Así logró dispersar la banda y cercar al jefe en la costa de un estero.

Otros aseguran que el mayor Meza le dio muerte en el campo de Perren, cerca del río Batel. Pero la versión más acertada es sin duda, el trágico final del gaucho en la casa de su compadre Velardo, en el paraje Lomas del Sur del departamento de Bella Vista. Aseguran que estaba enfermo y que por eso un sobrino Manuel Altamirano, lo acompañaba. Cuando la comisión policial rodeó la casa Aparicio saltó por una ventana y herido corrió hacia el maizal. Luego de abrir fuego hasta la última bala contra los milicos, parapetados tras una pila de postes, cayó mortalmente herido.

Dicen que cuando los agentes buscaron el célebre escapulario, que pendía de su cuello, no lo hallaron. ¿Misterio, creencia, fabulación popular, superstición.
Del paladín justiciero se agregó al sumario de entonces, un máuser recortado, un sable de granadero y un cuchillo cabo de plata y vaina de cuero incrustado. No apareció el “Smith Wetts” 38-que decían- completaba su arsenal, como tampoco la caja de balas que guardaba en algún árbol para los casos de emergencia.

El gaucho Altamirano había cumplido su destino. Su cadáver fue sepultado en el cementerio de Bella Vista y tal como fuera su deseo, cubrieron su cuerpo con un poncho colorado. Era la mejor forma de proclamar su adicción política hasta la muerte.

La impronta de los partidos políticos, como la taba, el locro, la guitarra, habían adquirido un sello particular en la provincia, que no admitía paralelos ni analogías.

El matiz político y las motivaciones que se derivaron en el medio rural, también debieron haber influido en el proceso de la devoción al gaucho. El espíritu religioso del paisano consustanciado con la vida de padecimientos de estos p0redestinados, hizo que los comparan y confundieran con los mártires y santos de la Iglesia Católica.

La voz sincera y devota de los trovadores populares, confirma este fenómeno de captación psicológica y adicción política hasta la muerte.
Lo que más se alaba en el paisano correntino es la nobleza y la valentía.

Después de su muerte por asesinato, la gente lo recuerda con veneración. Rezan en su honor y le piden beneficios como a los santos católicos. Así se va acentuando el culto al gaucho Altamirano, devoción popular que se manifiesta todavía ante su sepulcro, visitado por numerosos peregrinos y creyentes.

Anécdotas, casos reales o imaginarios, o simple creencias de episodios milagrosos, le dieron renombre de santo. Todos llegan a su tumba para rezar agradecidos por los favores recibidos o los milagros obrados “gracias gaucho”, “gracias Aparicio por los favores recibidos”, son leyendas que se leen en las placas fúnebres.

El singular culto a este gaucho queda así incorporado al místico santoral de Corrientes, con fuerza de fe y general beneplácito. No solo entre los campesinos apegados a los ritos paganos, sino también entre los intelectuales como señalamos en el ritual al Gaucho Gil. Referente al caso, debemos señalar que en la década del 40’ Sara Sáenz Cavia de Morales Torres, publicó un libro titulado Olegario9 Alvarez, último bandolero correntino, la escritora introdujo en la novelística provincial, como tema central, al gaucho caído en desgracia en una trama regocijante y atractiva.

Tanto la creación popular del cancionero, como la producción literaria sobre el tema, mueven a la reflexión y exigen nuestro juicio, que puede o no ser definitivo.

Frente la autenticidad natural de la devoción colectiva al gaucho, cabe preguntarse que sensibilidad fue capaz de aprehender los fenómenos míticos-religiosos, sucesos y matices, en la época en que se desarrollaron las poblaciones primitivas del área que nos ocupa.

En esta aventura puramente espiritual, la razón y el corazón dan respuestas contradictorias. El enfrentamiento del gaucho en el medio ambiente codeándose con las injusticias, la pobreza y el peligro para defender su libertad, no es solo libertad física. El drama se daba en un plano más profundo.

Problemática de una clase social encarnada en el campesinado. Drama de vocación y conciencia incipiente, a principios del siglo XX, cuando los gauchos mestizos comenzaron a rebelarse contra el nuevo orden.

Desde los orígenes de la humanidad, viven en pugna los contrarios. La lucha mítica de las buenas y malas pasiones. En numerosos casos, frente a las lagunas y estérales poblados por rumores misteriosos y habitados de seres sobrenaturales, desde la remota edad del mundo guaranítico.

La esperanza se da en el hombre vuelto sobre si mismo. No implica una metafísica panteísta, sino una concepción muy próxima a la cristiana.

Con poderosa fe y profunda convicción sostenemos que la devoción al gaucho parece indicar reconocimiento expreso de una existencia sacrificada, y por lo tanto, creencia. Creencia elemental de un pueblo ritualista que dialoga con un cristianismo deformado, hasta encontrar la respuesta definitiva a sus apetencias espirituales en los santos gauchos. Fuente

 

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